Alfredo Tabares Castrillón: Una vida al servicio de su pueblo

Ex comandante del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Salamina, Alfredo Tabares Castrillón dedicó su vida al servicio comunitario, dejando un legado de entrega, pertenencia y amor por su tierra. Su lucha por el antiguo cuartel marcó una época.

Hablar de Alfredo Tabares Castrillón es evocar una historia tejida con valentía, compromiso y un amor profundo por su tierra natal. Nacido en 1937 en el bello municipio de Salamina, Caldas, este hombre forjó su vida en torno al servicio a la comunidad, destacándose como uno de los bomberos voluntarios más emblemáticos de la región. Su paso por la institución no solo dejó una huella imborrable en quienes compartieron labores con él, sino también en toda una comunidad que vio en su entrega un ejemplo de civismo y humanidad.

Desde muy joven, Alfredo sintió una fuerte vocación de servicio. Como muchos salamineños, creció en medio de montañas, cafetales y una cultura profundamente solidaria. Su ingreso al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Salamina fue una consecuencia natural de su carácter altruista y su deseo de ayudar. No tardó mucho en destacarse por su disciplina, liderazgo y sentido de pertenencia, cualidades que con el tiempo lo llevarían a ocupar el cargo de comandante de la institución.

Durante su tiempo como comandante, Alfredo no solo lideró innumerables operaciones de emergencia con valentía y eficacia, sino que también encabezó una de las gestas más significativas para el desarrollo de la institución: la lucha por la construcción del antiguo cuartel de bomberos. En una época en la que los recursos eran escasos y las necesidades muchas, Tabares Castrillón se convirtió en una voz insistente, firme y comprometida. Tocó puertas, gestionó apoyos, organizó campañas y, sobre todo, movilizó la voluntad de una comunidad entera que creía en su causa.

El antiguo cuartel de bomberos no fue solo una obra física. Fue el símbolo de un sueño colectivo que encontró en Alfredo a su más ferviente defensor. Su visión iba más allá de levantar paredes y techos: buscaba dignificar el trabajo de sus compañeros, ofrecer mejores condiciones para atender las emergencias y consolidar un espacio donde las futuras generaciones de bomberos pudieran formarse con orgullo y vocación.

Más allá del uniforme y del título de comandante, Alfredo Tabares Castrillón fue, ante todo, un ciudadano ejemplar. Su legado en Salamina trasciende la institución de bomberos, porque su figura representaba ese espíritu salamineño de servicio desinteresado y amor por el prójimo. Cada vez que una sirena sonaba, cada vez que un incendio amenazaba las casas de su pueblo, Alfredo estaba ahí, dispuesto a arriesgarlo todo por los demás.

Quienes lo conocieron destacan no solo su temple en los momentos difíciles, sino también su calidez humana. Era un hombre que sabía escuchar, que aconsejaba con sabiduría y que siempre tenía una palabra de aliento. La comunidad lo respetaba no solo por sus acciones, sino también por su humildad. Nunca buscó reconocimientos; su mayor recompensa era saber que podía ayudar, que su esfuerzo hacía la diferencia.

En su vida personal, Alfredo también fue un pilar fundamental. Fue padre de tres hijos —dos mujeres y un hombre— a quienes transmitió los mismos valores que guiaron su vida: el amor por la comunidad, el respeto por los demás y la importancia de servir sin esperar nada a cambio. Su familia recuerda con orgullo la coherencia entre lo que decía y lo que hacía, y cómo cada decisión que tomaba tenía como norte el bienestar común.

Años más tarde, su vida lo llevó a Santa Rosa de Cabal, donde finalmente falleció. Sin embargo, su corazón y su espíritu jamás abandonaron Salamina. Allí, en las calles empedradas, en los recuerdos del antiguo cuartel, en la memoria de los incendios controlados y las emergencias atendidas, vive todavía la presencia de un hombre que supo hacer del servicio su forma de vida.

Hoy, el nombre de Alfredo Tabares Castrillón merece ser recordado no solo por sus logros como comandante de bomberos, sino por la inspiración que representa. En tiempos en los que la solidaridad parece escasa, su ejemplo nos recuerda que siempre habrá lugar para quienes decidan dar lo mejor de sí por los demás. Él no fue un héroe de ocasión, sino un servidor constante, una llama encendida que no se apaga.

Su legado continúa latiendo en el corazón del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Salamina, en las generaciones que siguieron sus pasos, y en cada rincón del municipio donde alguna vez sus manos ayudaron a salvar una vida, un hogar o un sueño. Alfredo Tabares Castrillón, más que un bombero, fue un símbolo de amor por su gente y por su tierra. Y así será recordado siempre.

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