Después de su viaje por varios países de Europa, donde visitó museos, pinacotecas y se inspiró en el trabajo de artistas callejeros, el talentoso artista Luis Fernando Toro Ceballos, conocido como Fertoce, regresó a Salamina en el punto más alto de su carrera artística. Decidió aportar a su ciudad natal, en vísperas de su bicentenario, una serie de murales innovadores que desafían los materiales tradicionales, rindiendo así homenaje a los antepasados salamineños.

Su profesionalismo ha permitido superar desafíos teóricos, técnicos y emocionales propios del mundo artístico, estableciendo una íntima conexión entre la imagen plasmada en sus obras y la historia local. Esta relación íntima invita al espectador a adentrarse y ampliar su comprensión de la obra de Fertoce al contemplarla.

El maestro Luis Fernando Toro Ceballos ha explorado un camino de constante experimentación en su obra, cuya producción es amplia y diversa. Sin embargo, es importante destacar que la valía de su trabajo radica no tanto en la cantidad, sino en la calidad de sus propuestas artísticas. Con una trayectoria que abarca el dibujo, la pintura, la publicidad, la escultura y la creación de recursos plásticos innovadores, Toro es reconocido por su obra pública de gran impacto y belleza. Además de sus habilidades artísticas, se destaca por su calidad humana, discreción, modestia y sentido del humor. Con un peculiar cabello rebelde y un temperamento inquieto, ha dedicado gran parte de su energía creativa al muralismo y a la promoción de nuevas propuestas artísticas en el arte urbano, enraizadas en Salamina Caldas.

Sus técnicas y conceptos novedosos complementan con sobriedad los espacios arquitectónicos sin perturbar las técnicas tradicionales de construcción, incorporando de manera armónica los materiales autóctonos como el concreto y el pañete. En ocasiones, elabora paneles transportables y otras aplica directamente sobre los muros, enriqueciendo así el entorno urbano con su creatividad y maestría.

El talentoso artista Luis Fernando Toro Ceballos, conocido como Fertoce, ha desarrollado un trabajo excepcional en solitario, enfrentando numerosas dificultades técnicas en su exploración de la interacción entre la historia, la arquitectura y el paisaje. Descendiente de una familia arraigada a la tradición, una familia enamorada de la tradición y de la preservación de la arquitectura patrimonial; hijo de un campesino emprendedor y de arriscado temple, ya desaparecido y de una matrona de las que poco quedan, la preservación patrimonial y el espíritu emprendedor, Fertoce es un salamineño, tierra de soñadores, músicos, poetas y mujeres bellas, donde las leyendas escritas por patricios iluminados se entrelazan con las vivencias de quijotes de mulera y arreadores, expertos en maldecir y rezar.

La gallardía y la historia de Salamina han moldeado la identidad de sus habitantes, incluyendo a los hermanos y hermanas de Fertoce, quienes se han destacado en diversas disciplinas como la ejecución artística, la administración y las labores agrarias. Algunos de ellos han colonizado con esfuerzo tierras europeas, llevando consigo el tesón, orgullo y vigor propios de la estirpe salamineña en lo más profundo de sus corazones.

Su biografía está llena de anécdotas curiosas y de grandes proyectos. Maestro del mejor linaje, ha transmitido a sus alumnos los conocimientos y procedimientos del dibujo y las técnicas de la pintura de caballete, en una escuela para niños que ha funcionado en diferentes épocas en su propio taller. Fertoce, como se firma, es un artista nato, formado especialmente con la práctica, logrando la resolución de los problemas técnicos para la plasmación de su idea mural; durante años ejerció como publicista en Medellín vinculado a una de las más importantes empresas de Colombia, echando a volar su imaginación a partir de la observación de la obra de los más célebres pintores y artistas de todos los tiempos: durante sus obsesivas visitas a los museos europeos, a las grandes catedrales y a su absorbente y larga contemplación de la obra de artistas callejeros en las capitales del arte universal, mientras memorizaba con verdadero asombro esa arquitectura antiquísima que rubrica la fama de los más importantes epicentros culturales de la tierra.


Fernando Macías

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