Godofredo Rios Betancourt, nacido el 11 de marzo de 1910 en Salamina, Caldas, fue hijo de Pedro José Rios Ospina y Teresa Betancourt López. Su llegada al mundo coincidió con un período de gran florecimiento intelectual en la región, lo que despertó en él actitudes poéticas que se remontaban a sus ancestros. Su abuela materna, Teresa López Ortíz, era hermana del renombrado escritor e historiador Juan Bautista López Ortiz, y tenía una relación cercana con Samuel López Gómez, un reconocido poeta y traductor de obras de prestigiosos autores como Oscar Wilde y Eugenio de Castro. Parece ser que estos genes literarios que se transmitían en su sangre, se manifestarían en su vida a través de su participación en el periodismo y la poesía.

Desde temprana edad, mostró un gran interés por el estudio y un amor profundo por la lectura. Su pasión por la literatura lo llevó a llevar a cabo sus estudios primarios en una pequeña escuela privada dirigida por Doña Isabelina Gómez. Sin embargo, el final de esta etapa educativa fue trágico, ya que fue retirado del plantel por saber más que su propia maestra. Esta anécdota, relatada por él mismo, es un testimonio de su ávido afán de aprendizaje y de su conexión con importantes personalidades que pasaron por aquella escuela y que posteriormente dieron prestigio y renombre a Salamina, conocida como la «Ciudad Luz» y como la Estrella del norte de la colonización liderada por el incansable Fermin López, a quien se considera el «Moisés de la Montaña».

Godofredo Rios nació en un momento de gran efervescencia cultural en Salamina y fue influenciado por su rica herencia literaria. Su amor por la lectura y su dedicación al estudio florecieron desde su niñez, y gracias a la orientación de figuras destacadas en su comunidad, su camino se orientó hacia el periodismo y la poesía. Su historia personal se entrelaza con el auge y desarrollo de Salamina, una ciudad que se convirtió en un faro cultural gracias al talento de sus habitantes y al liderazgo visionario de personas como Fermin López.

A los doce años, este Godofredo se inició como tipografo, un momento crucial que alimentó sus aspiraciones. Trabajó en la antigua imprenta de «El pueblo», donde interactuaba con escritores de diferentes tendencias políticas, siempre manteniendo su postura liberal. Fue en este momento que nació su pasión por el periodismo, publicando numerosos escritos en periódicos locales como «La Montaña» de Manizales, «Pregones», «La Lucha», «Pregón cívico» y en gacetas que él mismo fundó como «La palabra», «Ecos del Norte», «La Marcha» y «El Salamineño». En todos estos escritos dejó su huella característica, reflejando su espíritu combativo.

En el año 1933, decidió viajar a Manizales, donde trabajó en la imprenta Departamental y estableció relaciones importantes con escritores y poetas que lo llevaron a la Imprenta Nacional en Bogotá. Este nuevo puesto le brindó la oportunidad de trabajar en el periódico «El Tiempo», donde tuvo la suerte de conocer y colaborar con reconocidos profesionales dirigidos por el experimentado Dr. Eduardo Santos Montejo. Santos se consideraba hijo adoptivo de Salamina y sentía un gran amor y orgullo por los Salamineños. En 1938, Santos ocupó el cargo más alto en la República.

En 1936, regresó a Salamina para trabajar como docente en el Instituto Salamina. Durante esta etapa, vivió numerosas anécdotas a causa de su aversión al conservatismo, lo que llevó a la deserción de más de la mitad de sus estudiantes iniciales. A pesar de la preocupación de su madre por este tema, él respondió: «Madre, eso no me preocupa, los que se quedaron aprenderán aún más».

En el año 1940, Godofredo ocup el cargo de Secretario de Educación y luego pasó a formar parte del Instituto Universitario, desempeñándose en ese puesto durante varios años hasta 1949. Fue en este período cuando las pasiones políticas alcanzaron su punto máximo debido al cambio de régimen político, ya que el Partido Liberal perdió el poder después de 16 años de gobierno.

En 1968, ocupó un cargo en la Asamblea Departamental, donde libró una dura batalla en defensa de la integridad territorial. Demostró su compromiso con su comunidad y su determinación para proteger los intereses del departamento.

En cuanto a su faceta poética, fue alrededor de 1956 cuando se sumergió en el mundo de las musas. Destacó especialmente en el campo del soneto, donde creó obras de impecable calidad, como el conocido y aclamado «Gota de Agua». Sus habilidades en este género lo situaron en el nivel de los mejores sonetistas. Además, también cultivó la poesía humorística y dejó valiosas producciones en este sentido, como «El Alcalde del Pueblo», «El Noviazgo», «Mi Esposa» y muchas otras que se caracterizan por su rico sabor y autenticidad.

Godofredo Rios Betancourt falleció el 17 de diciembre de 1983, poniendo fin a una brillante generación que le hizo honor a su sagrada herencia. Su contribución tanto en el ámbito político como en el poético fue notable, dejando un legado perdurable que perdura en la memoria de aquellos que valoran su trabajo y dedicación.

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