Hablar de María Lía López de Duque es evocar la figura de una mujer profundamente comprometida con su tierra, un símbolo de lucha, dignidad y entrega comunitaria en Salamina, Caldas. Durante más de cuatro décadas, Lía no solo fue una participante activa en la vida política, social y cultural del municipio, sino que se convirtió en un faro de liderazgo ético, acción concreta y visión transformadora para varias generaciones. Su legado trasciende las obras materiales y se arraiga en los corazones de quienes la conocieron, en las instituciones que ayudó a fortalecer y en la conciencia ciudadana que fomentó con su ejemplo.
Desde su juventud, Lía mostró una vocación inquebrantable por el servicio público, caracterizada por un carácter firme, una palabra clara y una energía incansable. Su estilo de liderazgo, alejado de los reflectores y el protagonismo vacío, se fundamentó en la cercanía, la escucha atenta y una práctica política sensible, profundamente humana. Su capacidad para conectar con las personas, entender sus necesidades y actuar con empatía la convirtió en una figura entrañable y respetada en todos los sectores de la comunidad, desde los barrios más humildes hasta los círculos institucionales.
Nacida en el seno de una familia que le inculcó valores sólidos y un profundo amor por Salamina, Lía moldeó su espíritu en la cotidianidad del hogar, el estudio y la participación comunitaria. Su voluntad férrea de hacer del servicio a los demás su forma de vida la llevó a equilibrar con admirable destreza su vida familiar y su vocación ciudadana. Junto a su esposo, Gentil Duque, construyó una familia basada en el respeto, el trabajo honesto y la solidaridad, siendo una madre ejemplar sin descuidar jamás su compromiso con lo público. Este equilibrio entre lo personal y lo colectivo fue una de sus mayores virtudes, un testimonio de su capacidad para armonizar roles que, en su esencia, compartían un mismo propósito: el bienestar de los demás.
Como militante del Partido Liberal, Lía defendió con pasión los ideales de justicia social, equidad y progreso. Su participación política no fue oportunista ni coyuntural; fue una elección de vida, un compromiso que asumió con responsabilidad y entrega en cada uno de los cargos que ocupó. Fue concejal en varios períodos, alcalde de Salamina y representante en la Asamblea Departamental de Caldas. En cada uno de estos espacios dejó una huella imborrable, no solo por las obras físicas que impulsó, sino por la manera en que fomentó una conciencia ciudadana basada en la ética, la transparencia y la participación activa.
En el Concejo Municipal, su coherencia, compromiso con las causas sociales y trato humano fueron ampliamente reconocidos. Sus intervenciones, siempre bien fundamentadas, reflejaban un conocimiento profundo de las necesidades de Salamina y una visión clara para abordarlas. Como alcalde, asumió el cargo en un momento de gran complejidad institucional, no por ambición electoral, sino por un sentido de deber. Fue la segunda mujer en la historia de Salamina en ocupar este cargo, y lo hizo con altura, visión y sensibilidad. Su administración se distinguió por su eficiencia, orden y cercanía con la comunidad, dejando un sello de amor por su pueblo que aún resuena en la memoria colectiva.
Uno de los hitos más recordados de su mandato fue la inauguración del pabellón de carnes de la galería municipal, una obra emblemática que no solo mejoró la infraestructura del mercado, sino que dignificó las condiciones de trabajo de los comerciantes y fortaleció la economía local. Para Lía, esta obra representaba más que cemento y ladrillo; era un símbolo de desarrollo humano, de respeto por quienes sostienen el tejido económico del municipio. Este enfoque, que ponía a las personas en el centro de la gestión, definió su manera de gobernar. Entendía que el progreso verdadero se construye con relaciones humanas sólidas, con presencia constante en los barrios y veredas, y con una gestión incansable orientada al bienestar colectivo.
Su liderazgo se tejió en las calles de Salamina, especialmente en el barrio Palenque, donde era profundamente querida. En las reuniones comunales, en los encuentros con mujeres, adultos mayores y jóvenes, Lía demostraba una habilidad excepcional para unir, mediar y construir consensos. Su ética del cuidado, combinada con una mirada serena y una palabra justa, inspiraba respeto y afecto. En Salamina se decía que «los ojos más hermosos los tenía Lía López», un halago que trascendía lo físico para reflejar la nobleza de su alma. Su presencia en las comunidades no era la de una funcionaria distante, sino la de una vecina, una amiga, una líder que sabía escuchar y actuar con empatía.
Como diputada en la Asamblea Departamental de Caldas, Lía amplió su impacto, defendiendo los intereses de las regiones, la equidad territorial y los derechos de los más vulnerables. Fue una estratega sensata, capaz de navegar las complejidades de la política con firmeza y comprensión. Quienes trabajaron con ella la recuerdan como una líder que sabía cuándo insistir, cuándo ceder y cuándo esperar, siempre con la mirada puesta en el bien común. Su capacidad para enfrentar adversidades —las «mil guerras» de la vida pública— sin perder su humanidad la convirtió en un modelo de resiliencia y compromiso.
En 2018, María Lía López de Duque recibió un reconocimiento que encapsuló su vida de servicio: fue galardonada como la Persona Adulta Mayor de Oro 2018 en el departamento de Caldas, un premio otorgado desde 1999 para destacar a figuras excepcionales. El acto, celebrado en el Teatro Ernesto Gutiérrez de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Caldas, estuvo cargado de emoción y gratitud. Este galardón no solo exaltó su legado como servidora pública, sino que también celebró su calidad humana, su liderazgo ejemplar y su incansable labor por el bienestar colectivo. Representando a Salamina, Lía recibió el reconocimiento con la humildad que siempre la caracterizó, frente a un público que la ovacionó de pie, reflejando el profundo cariño y admiración que el pueblo caldense le profesaba. Fue un homenaje merecido a una mujer cuya vida entera ha sido sinónimo de entrega, dignidad y compromiso con su tierra, y que, incluso en la adultez mayor, seguía inspirando con su sabiduría, serenidad y capacidad de servicio. Las múltiples muestras de afecto recibidas ese día —aplausos, abrazos, palabras de gratitud— fueron un testimonio del impacto que su vida tuvo en la comunidad, un reflejo de cómo su liderazgo trascendió lo político para convertirse en un legado humano.
Más allá de los cargos y reconocimientos, el verdadero impacto de Lía se mide en las vidas que tocó. En el barrio Palenque, donde su nombre aún se pronuncia con cariño, las historias de su cercanía abundan: desde ayudar a una familia en apuros hasta mediar en conflictos comunitarios con paciencia y sabiduría. En las veredas, los campesinos recuerdan su presencia constante, su interés genuino por sus necesidades y su capacidad para gestionar soluciones concretas. En los círculos culturales, su apoyo a las tradiciones de Salamina —como las fiestas patronales y los eventos artísticos— dejó una marca imborrable, fortaleciendo la identidad del municipio.
Lía también fue una pionera para las mujeres en la política. En una época en que los espacios de poder estaban dominados por hombres, ella abrió caminos con su inteligencia, valentía y compromiso. Su ejemplo inspiró a muchas mujeres a involucrarse en la vida pública, a alzar su voz y a asumir roles de liderazgo. No buscaba ser un símbolo feminista en el sentido moderno, pero su vida misma lo fue: demostró que las mujeres podían liderar con autoridad, sensibilidad y resultados, rompiendo barreras sin perder su esencia.
Su legado en la educación también merece mención. Como defensora de la formación ciudadana, apoyó iniciativas que promovieran el acceso a la educación y la cultura en Salamina. Creía que una comunidad educada era una comunidad empoderada, capaz de tomar decisiones informadas y de construir un futuro mejor. Esta visión se reflejó en su trabajo con jóvenes, a quienes animaba a participar activamente en la vida del municipio, a soñar en grande y a trabajar por sus ideales.
La partida de María Lía López de Duque dejó un vacío en Salamina, pero su memoria sigue viva en cada calle, en cada proyecto, en cada institución que ayudó a fortalecer. Su vida es un testimonio de que el liderazgo no se mide por los títulos, sino por el impacto en las personas. Es recordada no solo como una política excepcional, sino como una mujer de corazón generoso, una madre dedicada, una esposa leal y una ciudadana ejemplar.
Hoy, su nombre se pronuncia con respeto y gratitud en todo Caldas. María Lía permanece en la historia de Salamina como un emblema de valentía, compromiso y amor patrio. Su vida sigue siendo un faro que ilumina el camino de quienes creen que servir al pueblo es el más noble de los oficios. Para las nuevas generaciones, su ejemplo es una invitación a liderar con ética, a trabajar con pasión y a construir comunidades basadas en la solidaridad y el respeto. En cada rincón de Salamina, su espíritu sigue inspirando, recordándonos que el verdadero legado de una vida bien vivida es el amor que se siembra en los demás.
2 respuestas
Excelente, comentario sobre la vida política de la señora María Lia López de Duque. Pionera en Salamina de muchas luchas políticas en beneficio de la comunidad salamineña
Excelente y merecido recocimiento a tan loable dama Salamineña, que deje muy en alto el servicio a.la comunidad y el buen nombre de la ciudad.