En el nombre del cementerio. Una mirada documentada y reflexiva a la narración del patrimonio
Foto Wilman Alberto Vásquez
Por: Leonardo Gutiérrez Duque. Odontólogo
La construcción de memoria colectiva debe ser la consecuencia lógica del conocimiento de la historia. Estudiarla como arte y como ciencia es lo que se define como historiografía y en esas condiciones le asiste un método que también se ha reconocido como científico; una disciplina que agrupa una diversidad de doctrinas y técnicas contenidas dentro de las ciencias sociales.
No es posible construir una historia propia o colectiva sin datos; estos son indispensables para una elaboración histórica; de ahí que debamos conservar el rigor y la disciplina al estudiarla, con el fin de llevar a cabo el análisis de los sucesos con método y lograr una construcción de los relatos con pretensión de verdad, con una narración documentada y reflexiva que no caiga en supuestos indemostrados. Es deber de cada nueva generación relatar los acontecimientos con orden, sin interpretaciones amañadas, buscando el sustento investigativo y logrando precisión en la crónica de las situaciones descritas por quienes se dedicaron a escribir la historia de Salamina con cientificidad. Contar lo que se investiga y no lo que se sabe.
Nuestra cultura está imbuida del valor religioso de la vida y la muerte, conceptos que guardan especial reverencia; buscamos siempre en nuestra construcción de historia colectiva la inmortal presencia de figuras con valores humanistas, artísticos, académicos, patriotas y altruistas que nos sirvan de ejemplo generación tras generación; es así que como fuente de inspiración y remedio para la memoria, pueblos con especiales sensibilidades levantan necrópolis que exaltan la gratitud y el amor por sus antepasados. Es el cementerio de Salamina, una palpable muestra de fe, de los valores de sus hijos y del reconocimiento de sus personajes y su historia.
Actualmente en Salamina es frecuente hablar del “cementerio de la Valvanera”, no se sabe con qué rigor histórico se determina esa definición, una imprecisión que se cuela en el imaginario de un pueblo que ya poco se interesa por la historia, que casi la ignora, y termina transmitiendo datos erróneos por simple sucesión. El turista que llega a nuestra ciudad tiene inquietudes más profundas que la del inmovilismo de la simple observación de una estructura antigua, con cualidades estéticas indudables, sí, pero quiere ir más allá de un limitado valor monumental y arquitectónico, busca una sinergia entre la piedra y el espíritu; una amalgama de arquitectura, historia y panorama; pretende una observación en perspectiva y contextualizada del lugar y del espacio, busca una interacción con el pasado y las transformaciones de esa sociedad que ha vivido con esa magna construcción.
“En el nombre del cementerio” es un ensayo histórico que surge de la inquietud por conocer y narrar la historia local con veracidad, y para ello, es importante identificar el acervo documental de quienes la estudiaron y la dejaron escrita para la posteridad.
Foto Wilman Alberto Vásquez
El desarrollo de esta investigación se enmarca en un análisis detallado de las fuentes, crónicamente auténtico y fiel a los datos consignados por quienes han sido los más grandes referentes en el estudio de nuestra historia: el Pbro. Guillermo Duque Botero, sacerdote e historiador y Don Juan Bautista López Ortiz, banquero y escritor; dos figuras de la literatura regional que se dedicaron a documentar y contextualizar los acontecimientos previos a la fundación de Salamina hasta bien entrados los sucesos del siglo XX. En ese sentido es importante mencionar la figura del ya fallecido docente Héctor Cataño Trejos, un hombre que de su generación y profesión es quizá la persona que mejor estudió y difundió el conocimiento de nuestra historia local; él fue quien rescató de los anaqueles de la desaparecida Imprenta Departamental los manuscritos que correspondían al cuarto tomo de la monografía sobre Salamina dedicados a la vida parroquial que escribiera el padre Duque Botero. Fue el profesor Cataño el compilador de “Historia de Salamina. Vida Parroquial” obra publicada de manera póstuma y que fue el principal insumo para esta exploración sobre el cementerio de Salamina.
A la luz de los acontecimientos y luego del análisis de procedencia de las fuentes que ampliamente expongo en esta investigación, no es posible hallar el valor probatorio que exige el método histórico para darle nominación al cementerio y su capilla. Pretendo demostrar el error en que se ha incurrido al confundir una serie de sucesos desarrollados desde el origen de la parroquia misma en los primeros años de fundación cuando por devoción traída por los fundadores fue dedicada al patronato de la Virgen de La Valvanera y años más tarde bajo el curato del padre José Joaquín Barco cambiada a la custodia de La Inmaculada Concepción, dogma proclamado por el Papa Pio IX en 1854.
La integridad y la credibilidad de los datos que fueron recogidos y cuidados con empeño por quienes se dedicaron a escribir nuestra historia, debe ser motivo más que suficiente para transmitirla honestamente a las siguientes generaciones. Una definición correcta a través del conocimiento y estudio de la historiografía es el deber de una comunidad y específicamente de las organizaciones que hoy en Salamina están dedicadas a la promoción turística y cultural; finalmente son ellas quienes están transmitiendo la historia local a propios y visitantes.
El ensayo histórico “En el nombre del cementerio” es una obra premiada recientemente en la Fase II del Plan Departamental de Incentivos a las Nuevas Expresiones Artísticas y Culturales de Caldas 2020 en el área de Literatura. Espero con este documento llamar la atención de las distintas organizaciones oficiales, cívicas y culturales de Salamina, para que con el liderazgo de la Alcaldía Municipal y La Casa de la Cultura evalúen la pertinencia de corregir ese error de denominar el cementerio como “de La Valvanera” para que lo sigamos denominando con la simplicidad genérica de un camposanto, admirando mejor su riqueza estética y arquitectónica.
Hacer parte de la Red de Pueblos Partimonio de Colombia exige un rigor en la documentación, definición y exposición de todos esos lugares dignos de admiración y reconocimiento; la historia de estos pueblos, en buena parte, se cuenta desde las placas y los mármoles que se ubican en muros y paredes, una especie de museo itinerante, espacios temáticos que instruyen, educan y transmiten a través de la identidad y las tradiciones.
En síntesis, un recorrido por la fundación de Salamina, el origen de su parroquia, la obra del cementerio, todo con extensas y completas referencias que no dejan duda que nuestra hermosa y monumental necrópolis y la ermita que lo corona no tienen nombre alguno. Todo… en el nombre del cementerio.