
Cuando el silencio es cómplice: una reflexión sobre el respeto, la libertad y el compromiso con Salamina
En los últimos tiempos, el panorama digital de Salamina se ha visto marcado por una práctica lamentable, orquestada —al parecer— por algunos personajes que se autodenominan “influencers”, pero que, con sus comportamientos, demuestran más bien una preocupante falta de ética, criterio y respeto por el ejercicio de la comunicación social y cultural. Hablamos de dos cuentas en particular, bien conocidas por quienes participan activamente en los grupos de Facebook dedicados a nuestra querida Ciudad Luz: la del llamado “Abuelo Leyva” y una cuenta que opera bajo el nombre de “Yolanda Colón”, dedicada a compartir contenido de Epis Redes.
La Revista, un medio comprometido desde hace años con la promoción de Salamina dentro y fuera del país, ha venido notando un patrón tan recurrente como sospechoso: cada vez que se realiza una publicación informativa, cultural o periodística de nuestro medio, estas dos cuentas reaccionan no con argumentos ni debate, sino con una especie de emboscada digital. Publican inmediatamente después, dos o tres veces seguidas, tratando de desplazar nuestras publicaciones en el feed, y relegarlas al olvido del algoritmo. No se trata de una coincidencia. Es un comportamiento sistemático, reiterado y dirigido. Un sabotaje silencioso.
No estamos frente a un desacuerdo ideológico ni a una sana confrontación de ideas. No. Esto es un intento de censura encubierta. Y lo que es más grave: podría tratarse de una acción orquestada —¿quién sabe si financiada?— para silenciar una voz crítica, incómoda y comprometida con la verdadera imagen de Salamina, esa que construimos desde la cultura, la historia y la verdad, no desde el oportunismo, la desinformación o la necesidad patológica de figurar.
Porque sí, hay que decirlo sin eufemismos: los intereses periodísticos y culturales que representamos se están viendo vulnerados por estas prácticas. Y aunque no contamos con pruebas contundentes de una motivación económica detrás de este comportamiento, el hecho de que coincida con comentarios que ciertos personajes conocidos de la ciudad vienen haciendo —a espaldas, por supuesto—, en contra de mi nombre y de mi trabajo, despierta inquietudes legítimas. ¿Cuidado conmigo? ¿Cuidado de qué? ¿De que los robe? ¿De que los estafe? Quisiera que quienes siembran ese tipo de comentarios tuvieran la decencia de hacerlo de frente, con su nombre y apellido, como lo hacen las personas íntegras. No a través de susurros cobardes y anónimos, como lo hacen los que no tienen argumentos ni valentía.
Desde hace más de dos décadas, he trabajado con tenacidad y sin descanso por llevar el nombre de Salamina a escenarios internacionales. Lo he hecho sin recibir ayuda de nadie, sacrificando mis propios recursos, tiempo y tranquilidad personal. No he pedido favores, no he exigido privilegios. Solo he ofrecido mi conocimiento, mi gestión y mi pasión por este territorio que amo profundamente. He generado propuestas, articulado iniciativas, difundido la riqueza cultural de este pueblo con el único interés de fortalecer su imagen y legado.
Y, sin embargo, lo que he recibido de vuelta ha sido, en muchos casos, indiferencia, deudas impagas —como los más de dos millones que aún me debe la Escuela Taller, tres años después— y maltrato institucional, como el bochornoso episodio del año pasado con la alcaldía, cuando después de haber aprobado una guía turística interactiva por 2 millones 100 mil pesos, se me obligó a rebajar el valor a un millón 400 mil para poder recibir algo, y aún así el segundo pago llegó con meses de retraso. ¿Dónde está la voluntad de apoyar a quienes sí trabajan por Salamina? ¿Dónde está el reconocimiento a quienes lo hacen con honestidad y resultados?
Lo que verdaderamente duele no es la mezquindad de unos pocos, sino el silencio de muchos. Ese silencio que se convierte en complicidad cuando no se alzan las voces para defender lo que es justo. Porque la verdadera libertad de prensa no se limita a no prohibir expresamente lo que decimos, sino a garantizar que podamos expresarlo sin sabotajes, sin manipulaciones y sin persecuciones veladas.
Por eso, este artículo no es un acto de victimización, sino una denuncia firme, una defensa de principios y una invitación abierta a reflexionar sobre el tipo de ciudadanía y comunidad digital que queremos construir. No se puede hablar de democracia cuando se margina al que piensa distinto. No se puede hablar de libertad cuando se manipula el alcance de una publicación para imponer un discurso único, mediocre y complaciente. No se puede hablar de desarrollo cultural cuando los espacios de comunicación están siendo instrumentalizados por personas que no conocen ni respetan el oficio ni el valor de la palabra.
Y es justamente por respeto a la palabra, al periodismo, a la historia y a la identidad de Salamina, que seguiré haciendo lo que he hecho hasta ahora: contar lo que otros callan, visibilizar lo que otros ocultan, defender lo que realmente importa. Así sea incómodo para algunos. Así se sigan inventando cuentos para desacreditarme. Porque al final, la verdad no necesita gritar: resiste.
A los que creen que pueden opacar con ruido la luz de una publicación honesta, les digo algo: pueden seguir con sus videos vacíos, sus memes sin contexto y sus publicaciones inmediatas para borrar las nuestras. Pero no podrán borrar la huella de quien ha trabajado por esta tierra sin pedir nada a cambio. No podrán empañar el trabajo de años con rumores ni estrategias de baja monta. Porque el tiempo pone todo en su lugar. Y cuando eso pase, los que hoy siembran sombras tendrán que dar la cara.
La libertad de expresión es un derecho. Pero no se debe confundir con la manipulación. Quien tiene un espacio en redes, tiene también una responsabilidad con la verdad, con la comunidad y con la historia. En ese sentido, vale la pena preguntarse: ¿estamos construyendo un mejor Salamina desde lo que publicamos? ¿O simplemente estamos alimentando nuestras propias carencias y resentimientos?
Yo seguiré apostándole a lo primero. Y los invito a que lo hagamos juntos. Con argumentos. Con transparencia. Con dignidad.

2 respuestas
Excelente publicación. Estoy totalmente de acuerdo con usted,no entiendo la forma en que algunas personas, porque uno opina diferente ,le estén bloqueando las cuentas de facebook.
Gracias Jorge por su solidaridad.