
El que no se calla ni bajo anestesia.
1.- “Caballos con corona y pueblo en la grada”
¡Suuube la tambora y báileme ese caballo, mijo, que esto no es cuento, es trote fino! Resulta que en Salamina andan muy finolis, con feria de caballos que huele más a chequera que a heno. ¡Y no es broma! Trajeron luces que ciegan, orquestas que atruenan, y whisky del que se toma con meñique levantao’. Hasta los mozos parecen sacados de telenovela, eso sí, con más pose que propósito.
Pero ojo, que aquí no relinchan solo los caballos… ¡relincha Timoteo, que no se deja herrar por nadie!
¿Y saben por qué? Porque la fiesta, aunque parece privada y de etiqueta, se hizo con el sudor del pueblo. Plata pública pa’ que la goce la rosca. ¡Y luego el mismo pueblo tiene que pagar pa’ entrar! Es decir, ponga la vaca y no mire el desfile.
Timoteo lanza el mordisco: “Cuando el campesino mira desde la grada y el caballo tiene palco VIP, es porque el presupuesto se descarriló y el pueblo quedó comiendo forraje.”
2.- ¡Aquí viene Timoteo, con la lengua más afilada que tijera de modista en víspera de desfile!
Timoteo, el que tiene más datos que la alcaldía y más lengua que noticiero´e pueblo.
¡Ay Salamina linda! Celebraste 200 años con banda, discursos y sonrisas prestadas… pero cuando pasó la tambora, quedó el eco de unas cuentas más turbias que río crecido. ¡Eso sí! Los oradores se pararon como próceres en mármol, prometiendo historia y futuro, mientras el presente se escurre por las grietas del presupuesto.
Y hablando de grietas… ¿alguien vio los premios de las reinas del Bicentenario? Porque ellas esperaban joyas que hicieran temblar la corona británica, pero terminaron recibiendo recuerditos que ni en feria de barrio se rifan. Una de las muchachas hasta preguntó si eso era parte del ensayo… ¡y casi le dan libreto pa’ repetirlo!
Timoteo apunta con el dedo y no tiembla: “Cuando el pueblo pone la tarima y otros se llevan la ovación, es porque el Bicentenario se les volvió piñata… y nosotros, los únicos sin palito.”
3.- En el corregimiento de San Félix ya no saben si son parte del municipio o del olvido…
¡Este chisme viene envuelto en ruana, bañado en neblina y con un tufo a abandono estatal que tumba hasta el sombrero aguadeño! Porque lo que pasa en San Félix no es leyenda campesina ni exageración de fonda: es el retrato al óleo del olvido oficial.
Resulta que por allá, entre montaña y ventisca, la figura del corregidor es más escasa que buseta puntual en vereda. ¡Vamos para el año sin uno solo que firme, que responda o que siquiera asome la nariz!
¿Y entonces qué? Pues que si un vecino necesita un papel, una constancia o una solución, tiene dos caminos: bajar al pueblo o prenderle velas a San Isidro y a la Virgen de la Niebla, porque funcionarios, ni por equivocación.
Eso sí, promesas en campaña sí hubo. ¡Y selfies, abrazos y hasta sancochos comunitarios a granel! Pero una vez se acabaron las elecciones, se fueron todos como voladores sin palo.
Timoteo sentencia sin pena ni disculpa:
San Félix está tan corregido como una bicicleta sin sillín: puro aguante y cero dirección.
4.- “Página oficial… pero sin oficio”
¡Uy no, este chisme viene con bombillo fundido, mouse sin pila y teclado empolvado! Porque cuando la transparencia se maquilla con banner bonito, Timoteo no se traga el cuento: prende la linterna, levanta la alfombra y saca el mugre que otros esconden con efectos y tipografías elegantes.
Resulta que el sitio web oficial de Salamina, esa joyita digital que debería mostrarle al pueblo qué se hace, cómo se gasta y en qué se invierte, está más desactualizado que contraseña de adulto mayor. ¡Una Encarta 2002 tiene más datos!
Uno entra con la ilusión de ver un contrato, un informe, una rendición de cuentas… y lo único que aparece en pantalla es la foto del alcalde en HD, con más filtros que obras.
Dicen las malas lenguas —y las buenas también— que la página no se actualiza hace más de dos años, y que el equipo de publicidad se gasta más en diseño que en contenido. ¡Y eso sí que se nota!
El pueblo, que no es bobo, pregunta con toda la razón:
—¿Y la transparencia qué?
—¿Dónde está el contrato de la famosa iluminación del estadio?
—¿Y el del farol-mirador en La Cuchilla, que costó como si fuera a guiar barcos pero no alumbra ni una vaca en neblina?
Silencio absoluto.
La información pública brilla por su ausencia, como ese farolote decorativo que no ilumina ni orienta… pero sí posó pa’l Instagram del presupuesto.
Timoteo denuncia sin anestesia:
Si la luz es pa’ lucirse y no pa’ informar, entonces eso no es administración… ¡es teatro con presupuesto ajeno!
5.- “Huecos con pedigree”
Desde lo más alto de La Cuchilla, donde la neblina se confunde con el polvo del abandono, me llega este chisme que huele a tierra mojada… y a promesa seca.
La vía de Salamina a la vereda La Palma no está mala. ¡No, señores! Está rotísima, reventada, despedazada… escandalosamente vuelta trizas!
Hay huecos tan hondos que si usted cae en uno, amanece saludando en Aranzazu con café en mano y cédula renovada. Y mientras tanto, los campesinos que sí madrugan, sudan y se desloman para sacar el café, la yuca, el queso y la esperanza, tienen que lidiar con un camino que parece campo minado.
Pero eso sí: el municipio anda muy entretenido pagando tarimas, parlantes y caballos con crines más brillantes que las ideas de planificación vial.
Porque plata hay, pero se va en pasarela equina, conciertos con brindis de licor fino y fiesta de corbatín para los mismos de siempre.
Timoteo lo deja claro, con el puño en la libreta:
En Salamina hay huecos con más historia que los discursos del alcalde y con más profundidad que el contenido social del cabildo.
Huecos con pedigree. ¡Y sin tapar!
6.- “Rocío pide vía… pero no de aplausos”
Desde lo alto de La Cuchilla, bajó como ventolera la voz firme y sin adornos de doña Rocío, concejal veterana, curtida en sesiones, trochas y tragadas de sapo.
Porque doña Rocío no es flor de un solo periodo, no señor. Esa señora ha aguantado más sesiones que huecos tiene la carretera a La Palma… ¡y eso ya es decir mucho!
Y esta vez se cansó. Se hartó de los brincos, de los baches y de las promesas que se las lleva el viento como volante de campaña. Así que alzó la voz sin miedo y dijo, con todo el carácter que dan las botas embarradas:
—“¿Hasta cuándo la vereda La Palma va a seguir con esta trocha mal maquillada de vía?”
Pero en la alcaldía, parece que hay más oído para el bramido de un caballo encillado que para la súplica de un campesino que se entierra hasta las rodillas pa’ sacar la cosecha.
Porque allá, en la oficina de los aplausos fáciles y los contratos discretos, las vías sí se arreglan… pero pa’l desfile equino, no pa’l tractor del campesino.
Timoteo sentencia con tinta espesa:
Cuando una Rocío habla claro, más de uno se escurre como barro en llovizna… porque lo que pidió no fue pista de pasarela, sino carretera de verdad. Y eso, compadre, sí que incomoda más que control de asistencia en pleno brindis.
7.- “Junta vieja, obra nueva… y guerra entre pasillos”
¡Este chisme viene con polvo viejo, almas buenas y codicia con moño de lazo! Porque lo que pasa en las residencias de San Vicente no es cuento de vecinas chismosas, es telenovela de asilo con libreto de interés propio.
Resulta que en esa honorable casa vive una junta directiva tan antigua, que si uno les sopla fuerte, sueltan actas de 1973. No se renuevan ni con agua bendita ni con aceite de oliva virgen. Son más duras que portón sin bisagra y más resistentes al cambio que piedra de molino.
Pero un día llegó a Salamina una dama con manos limpias y corazón grande, que se metió al lío no por plata, sino por dignidad. Cogió esa casa con el alma, le metió trabajo, cariño, pintura, escoba y hasta el ahorro de una matrona generosa que donó millones para ver una obra social digna, no una pensión de susto.
¡Y lo logró!
Pintó, arregló, limpió, sembró flores, y lo mejor: devolvió el respeto al lugar.
¿Y qué hizo la junta?
Poner trabas, chuzar ruedas y mirar con ceño fruncido desde el trono del “así se ha hecho siempre”.
La señora, que no nació para mendigar permiso ni pelear con momias de escritorio, se fue con dignidad y la frente en alto.
¿Y ahora?
Los de la junta, que no saben pintar ni una pared sin mancharse de ego, se dedican a cobrar arriendos tan caros que hasta el Espíritu Santo salió volando por la ventana.
Y mientras tanto, los viejitos —esos por quienes se supone existe la casa— andan contando monedas para pagar una residencia que fue pensada como refugio… y la volvieron negocio de pasillo con olor a moho institucional.
Timoteo remata con saña pero con verdad:
Una obra buena asusta a los que solo saben cuidar su silla. Y cuando la caridad molesta, es porque el bolsillo tiene más voz que el corazón.
8.- Chisme final… pero con aclaración de puño y letra: “Timoteo no es el editor… ¡y mucho menos lo disfrazo yo!”
Este chisme no es de baches, ni de faroles, ni de juntas con moho. ¡No, señores! Este es un chisme aclaratorio, con nombre propio y dirección conocida, porque ya es hora de que a cada quien le toque lo suyo… y no lo del otro.
Me cuentan —y me consta— que andan diciendo por ahí que el editor de esa plataforma digital tan mencionada, Salamina.com.co, es el que escribe estas verdades disfrazadas de chismes. Pues andan más perdidos que turista en la cuchilla sin neblina.
¡A ver si nos entendemos!
Timoteo soy yo. Hernán.
Vivo en Salamina, más propiamente en El Hipódromo, allá por donde quedaba el viejo colegio Pío XII, donde estudié con los Hermanos, con cuaderno bajo el brazo y pantalón corto remendado.
Al editor, déjenlo quieto. Bastante tiene con estar luchando por sacar adelante esa plataforma, que ahora lanza el movimiento cívico-político PAS y que —me contó él mismo— muy pronto pondrá a rodar una red social salamineña con nombre y todo: “Niguas”, porque aquí lo que sobra es picazón por decir las cosas.
Así que no se equivoquen, ni inventen, ni endilguen autorías ajenas:
Timoteo no se esconde, no se alquila y mucho menos se copia.
Cada palabra es mía, cada chisme tiene mi firma invisible… y mis botas embarradas.
El editor edita. Timoteo pica. Y mientras unos se rascan por las verdades, otros preferirían seguir durmiendo entre discursos suaves.