Timoteo, Chismes en la Cigarra – Nuestra Cuarta Entrega Bicentenaria

El Congreso aprobó platica, obras y homenajes pa’ los 200 años de Salamina, pero el alcalde ni fu ni fa. La ley quedó guardada como herencia maldita, y mientras la gente espera, él parece que la usó pa’ calzar una pata del escritorio.

¡Escúchame bien, editor! ¿Pero qué es este desastre que has hecho conmigo? ¿Acaso te has vuelto loco? Mira nada más, ¿dónde está mi porte, mi elegancia única, mi esencia inconfundible? ¡Me has cambiado todo!

Esta corbata—¡mírame bien!—esta corbata es mi marca registrada, mi sello de distinción, mi declaración de principios. ¿Y este traje raído? ¡Este traje tiene historia, tiene carácter! No cualquiera lo lleva con dignidad.

De ahora en adelante, que quede claro, este es Timoteo, el de siempre, el de los cafés y los chismes bien jugosos, el crítico mordaz, el que sabe más que todos pero sin abrir un solo libro. No me vuelvas a cambiar, porque así como estoy, soy más auténtico que todos ustedes juntos.

¡Escuchen bien, porque lo que les traigo hoy está que arde!

Para empezar, ¿han visto a Don Manuel? ¡Parece que finalmente se ha comprado un sombrero nuevo! Sí, sí, después de décadas con ese trapo en la cabeza, dicen que apareció con algo que parece… bueno, digamos que al menos tiene forma de sombrero.

Y hablando de apariciones, resulta que la secretaria del alcalde ha sido vista en la tienda de vestidos… ¡otra vez! ¿Qué estará tramando? ¿Será una nueva fiesta en el próximo concierto? ¿Un romance inesperado con el bajito de la orquesta de la semana pasada? ¡Las apuestas están abiertas!

Ah, pero esto no es nada comparado con el escándalo del día: el joven Rogelio fue visto conversando misteriosamente con el dueño del café el Polo. ¿Será que finalmente va a pagar lo que debe o está negociando otro crédito de macanas o huevos al vapor? ¡Esto merece una investigación profunda!

¡Que no se diga que Timoteo no mantiene al pueblo bien informado! Y recuerden, queridos niguateros: aquí en La Cigarra, el café es bueno… pero el chisme es mejor. Ahora les cuanto el acontecer del Bicentenario

Prometieron obras, cultura y apoyo… y solo llegó el polvo y la maleza dentro del teatro

¡Ajáaa! Pónganse cómodos, que el chisme hoy está de no creer: Salamina celebrando su Bicentenario… ¡y el alcalde celebrando su inactividad!

Mis cielas, les cuento que por allá en febrero del 2024 el Gobierno Nacional —sí, ese mismo que muchos dicen que nunca hace nada— aprobó una ley enterita pa’ rendirle honores a Salamina en sus 200 añitos. ¡Una belleza de ley! La 2349, para que no digan que Timoteo se lo inventó. Esa joyita del Congreso trae de todo: restauración del teatro, capacitaciones pa’ emprendedores, apoyo a mujeres y jóvenes, arreglos al parque de San Félix, y hasta un video de alta calidad para mostrarle al mundo la belleza de nuestra tierra.

Pero ¡ay Dios mío bendito!, lo que ha hecho la alcaldía de esto es como pa’ llorar y reír al mismo tiempo. ¡Cero ejecución! ¡Nula gestión! ¡Un Bicentenario que se nos va como el tren que no para en la estación! ¿Y saben qué se ha hecho? Solo lo de San Félix, y eso porque la gente se paró firme y metió una acción de cumplimiento. Es decir: si no fuera porque la comunidad empuja, ni el asfalto lo veíamos.

¡Y eso no es todo! Este sí que les va a hervir la sangre: resulta que un comunicador salamineño berraco, con puro amor por el pueblo, se metió en el cuento de hacer un video bien bonito de Salamina —sin ganarse un peso, sin contratos, sin comisiones—, solo por pasión y cariño. Y dijo: «Voy a entrevistar al alcalde, que salga y le cuente a la gente sobre el Bicentenario». ¿Y qué pasó? ¡Nada! El alcalde ni lo recibió, ni le dio entrevista, ni le contestó el mensaje. ¡Como si estuviera muy ocupado rascándose la panza en el despacho!

¡Vea pues! Lo que uno esperaría de un alcalde es que esté en la jugada, que aproveche el respaldo del Congreso, que toque puertas, que prenda el teléfono, que se pare en Bogotá con sombrero en mano si es necesario. Pero este señor… ¡nada! Parece que la silla le quedó grande y el Bicentenario lo cogió dormido. ¡Un pueblo con historia, con cultura, con artistas y tradición, y no hay quien la represente como se debe!

Y mientras tanto, otros pueblos de Colombia aprovechan hasta el mínimo gesto del Gobierno pa’ hacer maravillas. Aquí, por el contrario, estamos viendo cómo nos pasan la historia por el lado sin levantar ni un dedo. Y lo que más duele es que fue una oportunidad de oro: dinero, respaldo legal, visibilidad nacional… y todo eso se va a quedar en el papel, porque la alcaldía está más perdida que aguacate en navidad.

Yo no sé ustedes, pero yo sí me indigno. Porque no estamos hablando de pintar una pared o hacer un bingo. Estamos hablando de 200 años de historia, de honrar a los abuelos, de celebrar la cultura que nos hace únicos, de dejarle algo a las futuras generaciones. ¿Y qué va a quedar? ¿Una placa en el parque y un desfile con sillas vacías?

Así que si me lo preguntan, a este alcalde no se le puede decir otra cosa que: «¡Póngase serio, compadre!» Que el cargo que tiene no es pa’ calentar silla ni pa’ posar en fotos. ¡Es pa’ trabajar! Y si no puede, si no sabe, si no quiere… pues que no estorbe, que ya va casi por la mit’a de su periodo y aquí en Salamina sí hay gente que ama este pueblo y que sí se mete la mano al bolsillo y al alma pa’ sacarlo adelante.

2.- El desfile de bandas… y la gaseosita fantasma

¡Aplausos, aplausos!

Qué cosa tan bonita ver a esos muchachos y muchachas marchando con garbo y elegancia, con sus uniformes bien puestos, sus redoblantes afinaditos y ese amor patrio que ya no se ve ni en las novelas. Las Bandas de Paz se lucieron, eso sí hay que decirlo.

Pero… (¡ay pero!), en esta tierra uno no puede ver algo bueno sin hacerse la pregunta incómoda: ¿Será que sí les dieron la gaseosita y el refrigerio prometido? Porque eso está presupuestado, pagado y bien firmadito en ese jugoso contrato de casi mil millones de pesos que el señor alcalde —sí, don Manuel Fermín— firmó con bombos, platillos y todo el combo de logística del Bicentenario.

No seamos mal pensados, pero tampoco bobos. ¿Quién controla que sí se entregue lo que está en el papel? Porque ya sabemos que en este pueblo a veces se quedan con la gaseosa, con el pitillo y hasta con la bandeja.

Y bueno, hablando de “transparencia”, otra vez fue el Abuelo Leyva el que sacó la cara con su heroico Facebook Live, mostrando el desfile de Bandas de paz, aunque por ahí dicen que el editor de nuestra plataforma no lo quiere mucho porque le entierra las publicaciones de La Revista debajo de las suyas más “oficiales”, pa’ que no las vean. ¡Así o más descarado el algoritmo salamineño!

Mientras tanto, el tan sonado “equipo de comunicaciones” de la alcaldía —ese que debería informar, mostrar y compartir con el pueblo todo lo que pasa— sigue como estrella fugaz: brilla una vez… y no se ve más. Porque publicaciones sobre el desfile, sobre los jóvenes, sobre la comunidad, nada de nada. Eso sí, fotos del alcalde en pose de prócer y videos en cámara lenta saludando con la mano… ¡a montones!

Entonces uno se pregunta: ¿comunicaciones pa’ quién? ¿pa’l pueblo o pa’l ego?

El Bicentenario se celebra con la gente, no solo con selfies y contratos.

Y recuerden: una gaseosa para cada niño… ¡y una publicación pa’ cada evento!

Timoteo aquí no solo critica lo malo—también se reconoce lo que se hace bien.

Hoy en la gran carrera de montaibike, el alcalde se lució como nunca, pedaleando con el entusiasmo de quien quiere dejar huella. Y sí, su equipo de publicidad personal estuvo haciendo de las suyas, tomando fotos por todos lados—¡y claro, lo pagamos nosotros! Pero bueno, si por lo menos hacen su trabajo bien, qué le vamos a hacer.

Y hablando de hacer bien las cosas, hay que reconocer que Don Manuel Fermín estuvo impecable en su papel de acucioso testigo del evento. Siempre lo veíamos distraído, pero hoy estuvo muy acucioso en todas. Eso si, echando sus consabidas puya, jajajaja. ¡Ya era hora que brillara!

Así que aquí en La Cigarra no solo sacamos los trapos al sol—también damos un aplauso cuando las cosas se hacen como corresponde. Que siga el buen café y mejor el buen hacer. Y que viva el Bicentenario.

Con esto me despido por hoy, pero les dejo esta frase que me dijo una vecina que no se pierde misa ni un chisme:

«Más vale un ciudadano con pasión que un alcalde con botella de amarillo en mano.»

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