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La Subestimación de la Anomia – Columnista Habitual

El texto reflexiona, a partir de las obras de Mauricio García Villegas, sobre la anomia en Colombia: pérdida de respeto a las normas, tolerancia al desorden y conductas corruptas, cuyas consecuencias incluyen debilitamiento del tejido social, crisis institucional y erosión de la cohesión comunitaria.

La anomia entendida como la ausencia o deterioro de normas sociales claras y compartidas

El título de este escrito se toma literalmente de un subcapítulo del libro “El país de las emociones tristes”, autoría del Doctor en Ciencia Política y columnista del diario El Espectador, Mauricio García Villegas, manizaleño para más señas, con quien compartimos un agradable y aleccionador conversatorio en la librería “Ágora” el pasado jueves 25 de septiembre. En este encuentro se dio a conocer el origen del tema de este libro, con base en experiencias personales del autor desde edad temprana, con marcada influencia de la religión católica en su ambiente familiar y las emociones íntimamente relacionadas con la moral. La hipótesis del autor gira en torno al postulado, analizando el caso de Colombia, en que “cada país adopta un determinado arreglo emocional de lo cual obtiene su identidad cultural, que es algo así como el temperamento de los grupos sociales.” Libro editado por primera vez en diciembre de 2020.

Al abordar el tema de la anomia se dio a conocer, por parte del autor, un episodio triste en su vida familiar que dio origen a otro texto, “El orden de la libertad” publicado en 2017. En las notas para el lector, expresa: “Este libro fue engendrado en medio de una coyuntura personal trágica. Llevaba años recolectando información y escribiendo notas sobre la cultura de la desobediencia en América Latina y me encontraba a la espera de un sabático en la universidad para juntar todo ese material en un solo texto. Cuando estaba en ese proyecto, un motociclista desaforado, de esos que circulan con casi total desprecio por las normas básicas de tránsito y por los peatones, atropelló y mató a mi Padre en Medellín. Era justamente sobre tragedias como esta, ocasionadas por el desorden y el incumplimiento de reglas básicas de convivencia, que yo estaba pensando hacer un libro.”

Los acontecimientos que presenciamos a diario, junto con los reportados por los medios de comunicación, demuestran deterioro innegable del acatamiento de las normas que regulan nuestra convivencia social. Los guardas de tránsito son agredidos por los conductores a los que se requiere por violación a una señal; los policías insultados y atacados cuando proceden en algún operativo; los reglamentos de propiedad horizontal se irrespetan por vecinos ruidosos y altaneros; los profesores amenazados al tratar de imponer orden en los salones de clase; ahora, bloqueos a los militares por comunidades instrumentalizadas en defensa de grupos al margen de la ley. En fin, las normas elementales despreciadas y el caos como bandera de algunos interesados en subvertir el orden social, como reflejo de una crisis moral y normativa que puede desembocar en ausencia del sentido de pertenencia en la comunidad.

“En una sociedad sin respeto a las normas el entramado social se debilita porque las reglas de convivencia ya no se respetan ni valoran, lo que genera un aumento de la inseguridad, la desconfianza y el comportamiento desadaptativo con proliferación de conflictos tanto internos como externos” son las apreciaciones de un trabajador social que apoya temas de conciliación en un consultorio jurídico local.

Y concluye, “Cuando las personas no comparten valores y reglas, se multiplican las conductas egoístas y oportunistas, haciendo que la solidaridad y la cooperación desaparezcan. En la esfera política y económica, esto puede traducirse en corrupción, desigualdad creciente y crisis institucionales, que a la larga afectan la gobernabilidad y el desarrollo sostenible”.

Al subestimar las consecuencias de la anomia, (del griego a: “sin” y nomos: “ley” o “norma”), se transita hacia la desregulación en las relaciones sociales con consecuencias impredecibles tanto para la convivencia como para la gobernanza de los estados. Quizás el primer paso es la pérdida de la capacidad de asombro, que, conlleva a aceptar los desmanes y abusos en actividades ordinarias o en decisiones al margen de la ley, que se normalizan por la indiferencia o la tolerancia. Expresiones populares tales como: “fulano de tal roba, pero se ven las obras” u “ofrézcale la “palada” para que no lo partan” o “pase el semáforo en rojo que por ahí no se ve el policía”, o “arrojar basuras en la calle a pesar de tener recipientes para ello”, o “copiar en un examen en el colegio o la universidad”, actuaciones estas que cohonestan con la corrupción y el desorden, pero por infortunio, quien actúa en contrario, es decir, dentro de los cánones legales es calificado con términos desobligantes y hasta peyorativos con el riego de agresiones físicas.

Según Émile Durkheim, sociólogo autor de El Suicidio (1897) la anomia surge en períodos de cambio social rápido, crisis económicas, transformaciones políticas o revoluciones, y las instituciones sociales como la familia, la religión o el estado fallan en su función de integración y las aspiraciones de los individuos dejan de estar limitadas por las normas sociales, lo que lleva a un sentimiento de falta de propósito o desorientación.

Vale la pena reflexionar sobre este tema y estar alerta para evitar que se impongan el desorden y la desregulación, peligros latentes para la estabilidad y cohesión de cualquier sociedad moderna y la vida en comunidad. Porque a un paso queda, al convalidar esas actuaciones, que se imponga el viejo aforismo “la costumbre hace ley” y se transite hacia un nuevo orden social.

La invitación es a no ver estos comportamientos como faltas individuales aisladas, sino que, al volverse rutinarios debilitan el tejido social. La práctica del “todo vale” ha hecho daño en otras esferas nacionales y la experiencia enseña que no se debe consentir, de lo contrario, la desconfianza se torna colectiva y se pierde la armonía y cohesión social.

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