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¡Qué circo, mi país! Aspirantes, hienas, abismo y vergüenza.

Colombia enfrenta una avalancha de aspirantes presidenciales sin propuestas ni ética. El país, atrapado entre corrupción, sectarismo y líderes sin rumbo, exige reformas profundas. Urge despertar, repensar la justicia y reconstruir el tejido social antes de caer en manos de hienas carroñeras y discursos vacíos.

Más de 107 aspirantes a la Presidencia de Colombia. Esto ya parece un circo lleno de payasos. Se salvan muy poquitos; el resto da vergüenza. No hay ideas ni propuestas, solo insultos y gritos. Pobre país, caer en semejantes manos.

Tantos y tan profundos problemas que vivimos a diario, y la gran mayoría de estos “aspirantes” ni los conocen ni saben cómo solucionarlos.

¿A qué grado de pobreza de liderazgo ha llegado esta sufrida, ensangrentada y maltratada patria, en manos de semejantes hienas carroñeras y hambrientas? Lo peor: un pueblo indolente, ignorante, alienado por los medios de comunicación y las redes sociales, creyéndole el cuento a unos pobres cínicos hipócritas que se disfrazan de “líderes” sin contenido de ningún orden. Algunos con pasados oscuros y sin reato moral.

Colombia no puede caer en ese abismo solo por odio, pasión o sectarismo, sin importar las consecuencias que se avecinan.

Ya es hora de despertar, pueblo indiferente. Hay que buscarle un verdadero rumbo a esta tierra fértil, hoy en manos de mañosos que se han comido todo su producido en favor de unos pocos.

No más política económica neoliberal, diseñada para beneficiar a unas cuantas familias poderosas que se tragan el patrimonio del Estado: vías con peajes costosos, salud convertida en negocio privado mientras el pueblo hace largas colas, mendiga tratamientos o medicamentos, y lo único que encuentra es la muerte. Tampoco se debe permitir la estatización de los servicios públicos, que terminan en manos de politiqueros corruptos, convirtiendo al Estado en un paquidermo que no camina.

Se debe pensar en un manejo mixto entre lo público y lo privado, con auditorías reales que vigilen y denuncien a tiempo cualquier desmán. Hay que fortalecer el sistema cooperativo, buscando la vinculación de una comunidad productiva y solidaria.

El país no aguanta más desmanes de una corrupción galopante, en manos de privados delegados por ley, manejando billonarios recursos públicos como notarías, cajas de compensación, cámaras de comercio, servicios de salud, vías, energía eléctrica, gas, aseo, seguridad, etc. Otros están en manos de funcionarios y contratistas públicos sin escrúpulos, que se enriquecen con recursos destinados a la asistencia social: alimentación escolar, atención a ancianos, obras públicas, entre otros.

Es urgente una reforma estructural y profunda a la justicia. Los magistrados de las altas cortes y tribunales deben ser escogidos por su experiencia litigiosa de más de 30 años, carrera docente no menor a 20 años, y sin antecedentes de ningún tipo. Hay que quitarles la facultad de elegir funcionarios públicos. Se deben establecer penas gravosas según el delito cometido, eliminar la funesta figura del vencimiento de términos, y obligar a restituir el 100 % de lo robado para acceder a cualquier beneficio. Además, se debe hacer seguimiento al patrimonio de su círculo familiar hasta el cuarto grado de consanguinidad, civil y de amistad, rastreando todos sus bienes y movimientos económicos dentro y fuera del país, incluso en paraísos fiscales. Nada de detención domiciliaria: cárcel intramural y verdadera, con actividades de socialización obligatorias.

Si es ladrón de cuello blanco, criminal, terrorista comprobado, narcotraficante, homicida o lavador de activos, según la cuantía del daño, que se le mutile un miembro superior o una oreja como escarmiento.

Política extrema contra jíbaros y grandes expendedores de droga y microtráfico, con penas intramurales de gran calado, igual que las anteriores.

Fomentar programas de educación, deporte, cultura, lúdica y ocupación del tiempo libre para la juventud, buscando prevenir este horrible flagelo que está acabando con la sociedad.

Eliminar la Procuraduría y la Contraloría, creando cuerpos investigativos de acción rápida, compuestos por personal idóneo con más de 25 años de experiencia y sin antecedentes, elegidos en cada región por colegios profesionales de las áreas económicas y jurídicas.

Cambiar la forma de elección del fiscal general. Debe tener experiencia como abogado litigante penal, docente en derecho penal por no menos de 25 años. Se le debe quitar esa competencia a la Corte Suprema de Justicia. La terna debe ser escogida por los colegios de abogados de Colombia, y el elegido por un tribunal de cinco juristas mayores de 50 años, con hojas de vida impolutas: exmagistrados, docentes universitarios, con experiencia en derecho no menor a 30 años.

En síntesis, estas serían algunas de tantas propuestas que deberían tratarse en debates públicos para poder aspirar a ser presidente, con el fin de intentar cambiar el rumbo de nuestra amada y sufrida patria, buscando quitársela de las garras de estas hienas carroñeras y hambrientas.

Lo triste: para aspirar solo se requiere ser colombiano. No se exige estudio. Qué pesar. Cualquier Pedro de los Pericos puede aspirar.

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