
El Poder de la Conversación
Ante la amenaza de las redes sociales contra el diálogo fluido, espontáneo y sincero.
En escena habitual se ha convertido ver a un grupo de personas o parejas en un sitio público, restaurante o café, absortos con sus aparatos celulares, sin dirigirse miradas y mucho menos palabras. La conversación se ha vuelto escasa y lo peor, se ha tornado monosílaba en esta era digital.
Conversar es la base para las relaciones interpersonales y fundamento para construir grupos de interés; es más que un intercambio de palabras, es un acto común que define nuestra naturaleza humana. Recuperar el encanto de la palabra con el encuentro cara a cara, debe hacer parte de una cruzada reivindicatoria de la comunicación humana, afectada por los mensajes abreviados, emoticones, siglas y demás, a través de los aparatos electrónicos. Quizás es un regreso al origen.
En la obra cumbre de la lengua española, Don Quijote de la Mancha, la conversación ocupa un lugar central. A través del diálogo Don Quijote y Sancho dejan entrever reflexiones sobre la vida y la sociedad. Tal el caso, por ejemplo, la siguiente cita del capítulo XII de la Segunda Parte: “La conversación de los que van solos por esos campos no ha de ser de cosas frívolas, sino de cosas graves y discretas, que aprovechen.” Se nota que para Cervantes el diálogo es un medio de aprendizaje mutuo y que concebía la palabra como herramienta de educación y civilidad. (Rico, F.RAE. AALE. 2004). El diálogo también ha sido protagonista de hitos importantes en la historia, muchos conflictos han llegado a su fin a través de acuerdos y compromisos verbales, con vigencia a través del tiempo. Las relaciones familiares se fortalecen con la palabra, las redes laborales tienen en ella su soporte y en la sociedad fundamentan la sana convivencia.
“En un mundo donde la información abunda, pero la comunicación efectiva escasea, el diálogo permite abrir espacios de respeto y empatía, esenciales para resolver conflictos y fortalecer relaciones. Más que intercambiar palabras, conversar implica un compromiso activo con el otro, valorando su perspectiva y enriqueciendo la propia. Por eso, en cualquier ámbito, desde la educación hasta la política, fomentar conversaciones genuinas es clave para el desarrollo social y personal. Hablar y escuchar se convierten así en actos poderosos que no solo transmiten mensajes, sino que también generan entendimiento y cambio”. Es esta la opinión de un experto en comunicación consultado sobre el tema, la cual compartimos.
También es de importancia mencionar que la conversación cara a cara no se limita a las palabras. Incluye la comunicación no verbal, que conlleva contacto visual, expresiones faciales, lenguaje corporal y tono de la voz, que dan énfasis al mensaje y deja traslucir las verdaderas intenciones, significado y emoción de éste. Se menciona incluso que el diálogo directo ofrece beneficios insustituibles para las relaciones interpersonales, el desarrollo de la empatía y la salud mental, contrario a la comunicación digital que, aunque es útil para mantenerse en contacto, a menudo se queda en la superficie y puede generar una sensación de aislamiento o una conexión superficial. Un testimonio ilustrativo y valioso sobre esto lo da la neurocirujana pediátrica de Detroit, Alexa Canady, quien afirma: “En neurocirugía la mayoría de los diagnósticos se hacen mediante el conocimiento de la historia del que llega y observando al paciente y la manera en que se mueve. De modo que quiero que las personas se sientan cómodas, para que te hablen con franqueza, aunque crean que lo que te dicen es una tontería. A mí, más que revisarte, me interesa tener una conversación.” (Goleman,D. El Espíritu Creativo. Pag. 53)
Un referente notable para valorar la importancia de la conversación es Sócrates, el filósofo griego, quien, con el método conocido como mayéutica, buscaba la verdad a través del diálogo y el debate de las ideas. Nunca escribió texto alguno y lo que conocemos fue gracias a sus discípulos, entre ellos Platón, quien dejó testimonio de los debates de su maestro con otros atenienses. La característica principal de este modo de razonar se fundamentó en que ambas partes emprendían una búsqueda conjunta de la verdad y el procedimiento consistía en que una persona presentaba una idea y la otra la cuestionaba, sugiriendo un problema y así se refinaba, entre ambos, la propuesta original. En esencia, el método socrático implicaba: diálogo entre maestro y alumno basado en preguntas para cuestionar creencias o conocimientos y ayuda al alumno para que descubriera las respuestas por sí mismo. Todo alrededor de la conversación.
El poder de las palabras es tal, que el nobel de literatura colombiano, Gabriel García Márquez, en un discurso ante el I Congreso Internacional de la Lengua Española titulado “Botella al mar para el dios de las palabras” el 7 de abril de 1997 en Zacatecas (México), expresó:
“A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?»
Ese día lo supe.
Ahora sabemos, además, que los Mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras. Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio…”
En las comunidades indígenas colombianas, sobre todo en la cultura wayuu, existe una figura ancestral cuya función principal es la mediación y resolución de conflictos mediante la palabra, la sabiduría y el diálogo, se le conoce como el “Palabrero”. Representa, además, la justicia restitutiva que busca restablecer la armonía y la paz social mediante acuerdos y conciliaciones. Es tal la importancia de su papel, que fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
La realidad que vive nuestro país es campo fértil para imaginar un nuevo contrato social, ese acuerdo implícito entre los individuos de una sociedad y su gobierno convierte a la conversación en el instrumento fundamental para lograrlo. La violencia entre grupos armados con el ciudadano como víctima inerme; la polarización política que acrecienta rencores; las pugnas regionales por el reparto presupuestal; pueden tener un punto de encuentro en diálogos sinceros y honestos que permitan la distensión y la paz, con reconciliación y reparación que fortalezcan la confianza. Asumamos el papel del “palabrero” como testigos de la nueva realidad del siglo XXI.
Cedemos la palabra…