
Desde hace varios días, un silencio incómodo ha comenzado a instalarse en ciertos espacios digitales de Salamina, no por falta de voces, sino por el creciente intento de acallarlas. Lo que antes era un ecosistema plural y dinámico en redes sociales, especialmente en grupos de Facebook como Yo también soy Niguatero, Orgullosamente sanfeleño, Salvemos el Patrimonio Histórico de Salamina y de Caldas, Los caldenses en Bogotá, Yo yambien soy Niguatero dos, Politiquiemos, El Abuelo, Colonia sanfeleña residente en Manizales, Morroplancho y el pesebre de Caldas, entre otros, se ha convertido, para algunos medios independientes, en un muro de censura encubierta. Publicaciones que antes eran aprobadas sin problema, hoy son sistemáticamente rechazadas, sin justificación, sin diálogo, sin derecho a réplica. Y no se trata de contenido ofensivo, desinformación o ataques personales: se trata de información veraz, análisis periodístico, denuncias ciudadanas y fiscalización a la gestión pública. En otras palabras, se trata de democracia en acción.
Este patrón de exclusión no puede entenderse como una coincidencia. Tras la injusta sanción impuesta a nuestro portal por canales oficiales – una medida que careció de sustento legal y transparencia -, comenzó una cadena de bloqueos silenciosos en múltiples grupos comunitarios. Grupos que, en teoría, deberían ser espacios abiertos de debate, memoria colectiva y participación ciudadana, se han transformado en filtros ideológicos, donde solo ciertas voces son bienvenidas: aquellas que aplauden, callan o desvían la mirada. La nuestra, claramente, no está entre ellas. Y aunque los administradores de estos grupos se presentan como ciudadanos comunes, surge una sospecha legítima: ¿están actuando por convicción propia o bajo influencia de la administración municipal de Salamina o del equipo de publicidad del alcalde? No lo afirmamos sin fundamento: el cambio de criterio fue abrupto, coincidente en el tiempo con la sanción oficial, y dirigido con precisión quirúrgica contra contenidos que cuestionan decisiones de gobierno.
No obstante, queremos dejar claro: no nos van a callar. Por más esfuerzos que hagan, por más puertas que cierren, seguiremos aquí, informando, investigando, denunciando. Este no es un portal que dependa de la aprobación de nadie para cumplir su deber ciudadano. Nuestra legitimidad no la otorgan administradores de Facebook, sino miles de personas que, desde Salamina y desde más de 60 países, nos siguen, leen y confían. Antes de la sanción y del sabotaje digital, contábamos con más de 280.000 visitas mensuales, lo que se traducía en casi 10.000 visitas diarias. Eran números que reflejaban no solo alcance, sino impacto. Hoy, tras días de bloqueos, censura encubierta y limitación de visibilidad, nuestras visitas diarias han descendido a un poco más de 5.000. Es una reducción significativa, sí, pero también es un número contundente: 5.000 personas al día que eligen informarse, que buscan transparencia, que no se conforman con el discurso oficial.
Y es que en una democracia saludable, la crítica no es un delito, ni la fiscalización un acto de guerra. Al contrario: son pilares del control ciudadano, herramientas esenciales para prevenir la corrupción, exigir rendición de cuentas y fortalecer las instituciones. Que un medio independiente sea señalado, sancionado y luego marginado de espacios públicos digitales no es un hecho aislado: es un patrón de autoritarismo blando, disfrazado de gestión municipal. Y si no se detiene, terminará por erosionar la confianza de la comunidad, porque cuando se silencia a quienes preguntan, se abre el camino para que crezca la desconfianza, el desencanto y la desafección política.
Pero aquí no se trata de victimización, sino de resistencia. Resistencia con datos, con hechos, con palabras que no se doblegan. Seguimos vigilantes. Seguimos haciendo veeduría. Seguimos publicando. No lo hacemos por reconocimiento, ni por popularidad, sino por compromiso: con Salamina, con sus habitantes, con su historia y con su futuro. Este portal nació como una herramienta de memoria, de justicia, de participación. Y así seguirá, aunque quieran enterrarlo bajo el peso del silencio.
Sabemos que hay quienes prefieren un Salamina dónde todo parece en orden, donde no se cuestiona, donde se aplaude sin ver. Pero nosotros creemos en un Salamina distinto: uno donde se dialogue, se debata, se exija. Un Salamina donde la tecnología no se use para censurar, sino para empoderar. Donde los jóvenes, los campesinos, los artistas, los emprendedores y los ciudadanos comunes tengan voz, sin filtros ni intermediarios que decidan quién puede hablar y quién no.
Así que seguiremos. Con más ánimo, con más fuerza. Porque cada publicación bloqueada, cada visita perdida, cada intento de desaparecernos, solo nos recuerda por qué empezamos: porque en Salamina, como en cualquier parte del mundo, la verdad no se negocia, se defiende. Y mientras haya alguien dispuesto a leer, habrá alguien dispuesto a escribir.