
San Félix, un corregimiento enclavado en las montañas del norte caldense, es mucho más que un paraje de nieblas, papales y páramos: es una comunidad vibrante, con historia, identidad y un profundo sentido de pertenencia. Pero desde hace más de doce años, su gente siente que una parte de su institucionalidad se evaporó con el viento helado que sopla desde el Cerro de La Quirama: la figura del corregidor.
No se trata solo de un cargo administrativo. El corregidor, en lugares como San Félix, es la figura del Estado más cercana al ciudadano; es quien media, representa, atiende los conflictos menores, vela por el orden público y mantiene viva la relación entre el gobierno local y sus zonas rurales. Desde su desaparición en administraciones pasadas —bajo razones que nunca fueron del todo claras—, el corregimiento ha vivido con la sensación de ser un territorio olvidado, sin voz ni estructura.
Durante más de una década, San Félix ha intentado seguir adelante con inspectores de policía provisionales, a quienes se les asignaron algunas funciones del corregidor. Sin embargo, los líderes locales han denunciado una y otra vez que estas soluciones parciales no suplen ni el alcance legal ni el acompañamiento institucional que su comunidad merece. “No es lo mismo tener un inspector provisional que no conoce nuestras dinámicas, que un corregidor con permanencia, respaldo y autoridad”, dicen los vecinos.
Una lucha desde abajo
El 17 de noviembre de 2024 marcó un hito silencioso en la historia reciente de San Félix: ese día, tras elecciones complementarias, se completó la Junta Administradora Local (JAL), una instancia que llevaba años incompleta y que, desde entonces, ha asumido con compromiso su rol de defensa comunitaria. De inmediato, uno de sus principales objetivos fue claro: restaurar la figura del corregidor.
Al frente de esta cruzada han estado líderes como Wilson Davey Molina, Yorman Alexis García y los concejales sanfeleños Herman Betancourt y Luis Alberto Patiño, quienes decidieron acudir directamente a la voz del pueblo. Si el camino jurídico parecía estancado, entonces sería la voluntad ciudadana la que hablaría con fuerza. Así nació la idea de recolectar firmas entre los habitantes del corregimiento, una iniciativa sencilla pero poderosa, cargada de simbolismo democrático.
En pocos días, más de 300 personas firmaron el llamado. Hombres y mujeres de todas las edades, comerciantes, campesinos, jóvenes, adultos mayores, todos unidos por una causa común: ser escuchados. “Nuestra intención no es confrontar, sino construir”, dijo uno de los ediles. “Pero sentimos que se nos está negando algo básico: presencia del Estado en nuestro territorio”.
La espera que desespera
El 25 de junio de 2025, la comisión que lideró el proceso de recolección de firmas llegó a la Alcaldía de Salamina con la convicción de estar cumpliendo un acto de profundo sentido cívico. Su objetivo era claro: entregar en manos del alcalde Manuel Fermín Giraldo Gutiérrez las más de 300 firmas de respaldo que avalan el clamor por la restitución del corregidor en San Félix. Pero, una vez más —y para sorpresa de nadie— el mandatario brilló por su ausencia.
No es la primera vez, ni parece que será la última. Su falta de presencia en momentos clave se ha vuelto una rutina que ya cansa y ofende. No se trataba de un trámite menor: era una jornada cargada de significado para una comunidad que ha esperado más de una década para ser escuchada. Las firmas, al final, tuvieron que ser entregadas a un secretario, como si fueran papeles sin importancia. Un gesto que, para muchos, confirma una preocupante falta de compromiso real con San Félix.
El malestar no es nuevo, pero se profundiza con cada desplante. Hay quienes aún recuerdan con indignación el episodio reciente en que el propio alcalde dejó plantado al comandante del Batallón Ayacucho, quien había acudido a Salamina para una reunión protocolaria. Aquella ausencia, entonces, fue vista como una falta de respeto a la institucionalidad militar. Esta vez, el desaire le tocó a un pueblo entero.
¿Qué puede esperar San Félix, si ni siquiera la presencia del alcalde se considera prioritaria en momentos cruciales? ¿Cómo puede hablarse de voluntad política, si ni siquiera hay voluntad de recibir a su gente?
Desde la Junta Administradora Local (JAL) y el Concejo se insiste en que sí es legalmente posible reincorporar la figura del corregidor a la planta municipal, si el Ejecutivo impulsa con seriedad el proyecto ante el Concejo. El obstáculo no es jurídico: es político. Es falta de gestión. Es desinterés.
“El corregidor no es un lujo, es una urgencia”, enfatiza el concejal Herman Betancourt. “Y lo que pedimos no es un favor: es un derecho constitucional. La ausencia del alcalde es simbólica, sí, pero también es estructural. Nos duele porque revela lo que para él parece ser una constante: San Félix no está en su agenda”.
Una figura ausente, una comunidad presente
Para entender la magnitud del vacío que ha dejado la ausencia del corregidor, basta con recorrer las veredas y barrios de San Félix. Los conflictos menores, que antes se resolvían en la oficina del corregidor con diálogo y conciliación, ahora deben escalar hasta Salamina o simplemente no se atienden. Las denuncias por ruido, disputas de linderos, situaciones de convivencia, peticiones comunitarias, trámites administrativos… todo se ha vuelto más lento, más engorroso, más lejano.
Además, el corregidor cumplía un rol fundamental en la promoción de la cultura, la organización de eventos cívicos, la interlocución entre la comunidad y la administración municipal. Era una figura que tejía cohesión, que daba rostro al Estado en una zona que, por su geografía, suele estar al margen de las decisiones centrales.
Y es que San Félix no es cualquier corregimiento. Su cercanía con el Páramo de San Félix, su valor ambiental, sus rutas turísticas y su riqueza agrícola lo convierten en un eje estratégico del norte caldense. Tener un corregidor no solo fortalecería su gobernabilidad, sino que proyectaría mejores condiciones para el desarrollo sostenible de la región.
La esperanza en el Concejo
Con las más de 300 firmas radicadas, ahora la mirada se dirige hacia el Concejo Municipal de Salamina, donde cuatro concejales nacidos en San Félix podrían ser determinantes en el debate. Ellos, junto a otros corporados sensibles a la causa rural, tienen en sus manos la posibilidad de dar luz verde al proyecto de acuerdo que devuelva a San Félix su corregidor.
El respaldo político, sin embargo, deberá superar la inercia burocrática. Y aquí es donde muchos temen que el tema se diluya, como tantas veces ha pasado con las peticiones del campo. Por eso, la comunidad sigue alerta, convocando reuniones, elaborando comunicados, tocando puertas. “Esta vez no vamos a dejar que el tema se enfríe”, dice una líder comunitaria. “Esta vez, vamos hasta el final”.
Una comunidad que no se rinde
La historia reciente de San Félix es una crónica de paciencia y resistencia. Lejos de los reflectores, esta comunidad ha demostrado que la participación ciudadana es su mayor herramienta. La recolección de firmas, aunque sencilla en apariencia, es el reflejo de un pueblo que no se resigna a la invisibilidad.
En tiempos donde la desconexión entre lo urbano y lo rural parece crecer, casos como el de San Félix recuerdan la urgencia de reconstituir la confianza en lo público. Restaurar la figura del corregidor no es solo nombrar a un funcionario más: es devolverle dignidad institucional a un territorio, reconocer su historia, escuchar su voz.
Y esa voz, hoy, suena con fuerza desde la montaña: “Queremos corregidor.
Queremos presencia. Queremos Estado”.