
En pleno siglo XXI, mientras ciudades patrimoniales de Colombia y el mundo apuestan por revitalizar su memoria urbana, Salamina, una de las más hermosas poblaciones del país, declarada Monumento Nacional en 1982, parece resignarse a vivir entre enredos de cables que cruzan sus calles, balcones y fachadas como telarañas de olvido. Basta levantar la mirada en cualquier calle del centro histórico para encontrarse con una maraña de alambres de todo tipo: redes eléctricas, cables de internet, instalaciones de televisión por cable, líneas abandonadas o duplicadas y conexiones informales. Una acumulación caótica que degrada el entorno, amenaza la integridad de los inmuebles coloniales y arruina el paisaje urbano.
Esta invasión de cables no es solo un asunto estético. Es un símbolo de desidia institucional, de ausencia de autoridad urbanística y de desprecio por el patrimonio. Durante años, ciudadanos, propietarios de casas antiguas y defensores del centro histórico han denunciado el problema sin obtener respuesta concreta por parte de las administraciones municipales. Las empresas proveedoras de servicios instalan sus redes sin planificación ni control, duplican tendidos, dejan colgando cables muertos, cruzan fachadas sin pedir autorización, perforan muros centenarios sin criterio técnico y convierten las calles en un desfile de contaminación visual.
Salamina, cuyos balcones floridos y fachadas policromadas han inspirado novelas, documentales y fotografías, está siendo cubierta poco a poco por una telaraña industrial que silencia su voz histórica. No se trata de oponerse a la tecnología ni al avance de las telecomunicaciones. Se trata de exigir un mínimo de orden, de planeación, de respeto por el espacio público y, sobre todo, por el alma arquitectónica que define a esta población.
¿Dónde están las normas urbanas? ¿Dónde los planes especiales de manejo y protección (PEMP*)? ¿Dónde las curadurías, las inspecciones de policía, la oficina de planeación municipal? ¿Qué hacen las empresas de energía, telefonía e internet para mitigar el impacto de sus instalaciones? El problema no es nuevo, pero sí creciente. Y la respuesta institucional ha sido un silencio prolongado que raya en la complicidad.
La falta de voluntad para ordenar los cables del centro histórico es también una falta de respeto con la comunidad salamineña que cuida, decora y mantiene con esfuerzo sus casas. Muchos de los jardines que embellecen los balcones están opacados por líneas negras que atraviesan el aire como cicatrices. El visitante que llega buscando una experiencia patrimonial auténtica se encuentra con un paisaje roto, intervenido sin alma, saturado de elementos disonantes que contradicen el relato de «pueblo encantador» que se quiere proyectar.
La solución no es imposible. Hay experiencias exitosas en otras ciudades patrimoniales del país y del mundo que pueden servir de referencia. Villa de Leyva, Barichara, Cartagena y Popayán han avanzado en la regulación y canalización subterránea de sus redes, con apoyo de las autoridades locales, el sector privado y la comunidad. El gobierno nacional, a través del Ministerio de Cultura, debería incluir este tipo de acciones dentro de sus líneas de financiación para territorios patrimoniales. Los planes de desarrollo municipal deben incorporar la gestión integral de cables como una prioridad. Las universidades pueden aportar con diagnósticos técnicos y propuestas de rediseño urbano. Y, sobre todo, se necesita voluntad.
Proponemos:
1. Realizar un censo de redes: Identificar y clasificar todos los cables del centro histórico, diferenciando los activos de los obsoletos.
2. Adoptar una normatividad local: Crear un reglamento que obligue a las empresas a ordenar, consolidar o soterrar sus cables.
3. Articular un plan piloto de canalización subterránea: Iniciar por una calle emblemática, con acompañamiento técnico y comunitario.
4. Fortalecer la autoridad urbanística: Dotar de herramientas jurídicas y técnicas a la oficina de planeación y control urbano.
5. Crear una campaña de sensibilización: Educar a la ciudadanía sobre el valor del paisaje urbano libre de contaminación visual.
6. Exigir a las empresas su participación: Responsabilizar legal y financieramente a las empresas prestadoras de servicios por el ordenamiento de sus redes.
Salamina no puede seguir esperando. El silencio de las administraciones frente a este problema no solo es una falta de gestión, es una traición al espíritu patrimonial que nos define. El centro histórico necesita volver a respirar, y para ello, debemos empezar por limpiar su cielo de cables.
No es una cruzada estética. Es una exigencia de dignidad urbana.
Desde la Revista Salamina.com.co apoyamos decididamente la campaña iniciada por el creador del grupo de Facebook “Salamina Día a Día”, quien ha promovido una valiosa conversación ciudadana para que la comunidad opine y proponga soluciones al grave problema del desorden de cables en nuestras calles. Nos sumamos a este esfuerzo colectivo y, como parte de nuestro compromiso con el patrimonio y el bienestar de Salamina, hemos habilitado al final de este artículo un espacio abierto para que cada lector comparta su opinión, su idea o su experiencia.
A propósito de los servicios públicos en nuestro municipio, extendemos esta reflexión hacia el impacto que tienen en nuestra vida cotidiana empresas como Empocaldas, CHEC y las distintas proveedoras de servicios de internet y telecomunicaciones.
Empocaldas, responsable del acueducto y alcantarillado en Salamina y otros 20 municipios, genera distintas percepciones sobre su gestión. CHEC, por su parte, presta un servicio vital como la energía. Las empresas de telecomunicaciones, en cambio, han contribuido notablemente a la creciente contaminación visual, con calles cruzadas por verdaderas telarañas de cables.
Con el mayor respeto, planteamos estas preguntas a la comunidad:
1. ¿Qué opinan sobre el actuar y la presencia de estas empresas en nuestro territorio?
2. ¿Consideran que existe un equilibrio entre los servicios que prestan y el cuidado que manifiestan por el entorno, la infraestructura y el bienestar ciudadano?
3.
Escuchar las voces de quienes habitan Salamina es fundamental para avanzar en soluciones duraderas. Por eso, los invitamos a participar activamente en el espacio que hemos dispuesto en nuestra web, al final de esta crónica.
*El PEMP es un instrumento de gestión del patrimonio cultural por medio del cual se establecen las acciones necesarias para garantizar su protección y sostenibilidad en el tiempo. En el caso de Salamina, mediante Resolución 0127 del año 2017 el Ministerio de Cultura aprobó el PEMP y ya está incorporado en el EOT, Esquema de Ordenamiento Territorial, del municipio. Entre las fichas de los proyectos con visto bueno aparece textualmente: «Soterramiento de cableado eléctrico y de cables de televisión en el centro histórico.» Queda entonces la gestión de los recursos.
2 respuestas
A todas las administraciones,nunca le han parado bolas a lo que es la contaminación Visual,lo único que hace la chec es elevar el cableado eléctrico, Telecom desapareció y dejo los cables regados por todo el pueblo las parabólicas ni se diga, lo más lamentable es que se hacen las observaciones y ninguna administración se coloca al tanto. Los turistas dicen que lastima que tienen un pueblo tan hermoso y la contaminación visual le quita todo
Desde mi punto de vista, como Niguatero de corazón y eterno enamorado de la tierra que me vió nacer y crecer. He percibido desde siempre de forma evidente una realidad ineludible y, esa verdad evidente ha sido que las empresas prestadoras de servicios públicos buscan usufructuar-se de la usura con la cual subyugan el patrimonio y bolsillo socio familiar; desde el más acaudalado hasta el don nadie que nada tiene y sobrevive en una eterna pobreza monetaria y multidimensional constante y, tales organizaciones con ánimo de lucro tienden y atienden ineludiblemente a las dinámicas y políticas del capitalismo arrollador y el neoliberalismo atropellan-te. En tal sentido y atendiendo a esta ecuación queda sentado y por fuera el bien común en tanto solo les importa la rentabilidad recaudada. Desde esta perspectiva es utópico por no llamarlo quimérico pensar o creer que les interese velar por el mejoramiento del centro histórico de nuestra amada Salamina inmortal, patrimonio cultural de la humanidad y cuna del paisaje cultural cafetero…Y al politiquero de turno menos le resuena está urgencia cultural emergente de nuestro terruño.