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Timoteo, Chismes en la Cigarra – Nuestra segunda Entrega Bicentenaria

En La Cigarra, el café más conversado de Salamina, nace “Timoteo y los chismes en La Cigarra”, una columna chispeante donde, entre tintos y risas, se cuentan los cuentos del pueblo. Aquí todo se dice… pero nadie responde. ¡Bienvenidos al rumor salamineño!

Por Timoteo, el que todo lo ve y nada se calla

1.- ¡El bicentenario arrancó con altura… o más bien con baja estura!

Dicen que era la apertura del bicentenario, pero terminó siendo el cierre de la decencia. Anoche el parque principal se vistió de gala (o de trapo, según el punto de vista), con luces, discursos, y orquesta importada de vaya-uno-a-saber-dónde. Pero el verdadero espectáculo no vino de los músicos, ni del alcalde en su eterno traje. ¡No, señores! El show de la noche fue cortesía de la Secretaría Privada del alcalde, que decidió bajarse del protocolo y subirse a la tarima a mover el esqueleto como si no hubiera mañana… ni cámaras.

Y como toda gran escena necesita un coprotagonista, ahí estaba él: el enano de la orquesta, vestido de gala, pegado a la Secretaría como estampa de san Antonio en cocina de abuela. Bailaban como poseídos por el espíritu de una verbena barrial. Giros, agachadas, meneos de cadera que harían sonrojar a un vallenatero en festival.

Los presentes no sabían si aplaudir, grabar o llamar a control interno. Lo cierto es que entre tanto contrato, tanta plata para eventos, tanto discurso lleno de palabras que nadie entendió, nos regalaron un show de puro desparpajo y cero dignidad.

Al fondo, una señora gritaba: “¡Esto sí es cultura, carajo!”. Otra rezaba el rosario. Y mientras tanto, en la tarima, la funcionaria sacudía la blusa como si estuviera espantando mosquitos.

Dicen los enterados que el alcalde miraba con cara de “felicidad”, pero sin moverse de donde estaba con su botellita de Amarillo en mano. Y aunque quisieron justificarlo como “una intervención cultural espontánea”, los que estábamos allí sabemos que fue más espontáneo el escote que se le fue de más a la secretaria que el guion institucional.

En fin… el bicentenario arrancó con la altura moral por el suelo y el entretenimiento por las nubes. Lo único que faltó fue que pusieran a bailar al secretario de planeación en calzoncillos y hubiéramos cerrado con broche de oro.

¿Quién necesita historia cuando tenemos tremenda coreografía institucional?

Uyyy… ¡qué horror!. Eso era para un burdel, para un circo, para una plaza de mercado… pero no para la apertura del bicentenario de un pueblo con historia.

¡Qué espectáculo tan “de quinta”!. Tratándose de un evento de tanta importancia, se esperaría un acto con categoría, con elegancia, con un mínimo de decoro. Pero no. Aquí prefirieron montar un show que parece más bien una parodia de sí mismos, una falta de respeto con los antepasados que construyeron este pueblo, pueblo que hoy recibe una bofetada simbólica al legado de sus mejores años.

Qué ignorancia la de los dirigentes del pueblo, y qué poco les da la cabeza para construir historia, memoria y orgullo colectivo. No todo se arregla con luces, reguetón y baile pegado.

Pobre Salamina… en vez de avanzar, parece que cada día camina más para atrás, en tacones, y sin freno.

¡Qué desastre!. Y esto es apenas el telón… lo que falta es el segundo acto. Y lo mejor… ¡es que esto apenas comienza!

Ahí sí que recuerdo con tristeza el “Siquiera se murieron los abuelos”

2.- La carta del pueblo

Dicen por ahí —y no lo digo yo, lo dice la gente que madruga a pelar papas y a barrer la acera— que el tan cacareado Bicentenario de Salamina se está pareciendo más a una verbena de barrio que a la conmemoración de los doscientos años de este pueblo ilustre. Y como aquí no nos comemos el cuento entero ni a cucharadas, pues me puse la ruana, el sombrero aguadeño y con el lápiz bien afilado, le muestro esta cartica al señor alcalde, que la publico un ciudadano en Facebook; a ver si de pronto se le desentumece el oído y escucha el murmullo del pueblo.

Porque una cosa es celebrar con alegría y otra muy distinta es farrear con descaro. Y como esto ya huele más a pólvora vencida que a dignidad histórica, no me quedó más remedio que sacar del baúl esta indignación —que no es solo mía, sino de muchos que prefieren leer a Mejía y a Calvo antes que bailarse otra champeta pagada con dineros públicos—.

Aquí les dejo la carta abierta, que más que carta parece un regaño con sabor a tinto amargo. Y si a alguien le pica… ¡que se rasque!

“Señor Alcalde Municipal Manuel Fermin Giraldo

E.S.D.

Asunto: Inconformidad por la mala organización del Bicentenario de Salamina

Cordial saludo,

Como ciudadano comprometido con el desarrollo y la cultura de nuestro municipio, me veo en la necesidad de manifestar mi profunda inconformidad con la manera en que se ha venido gestionando la celebración del Bicentenario de Salamina.

Es inadmisible que una conmemoración tan significativa para la historia, la identidad y el alma de nuestro pueblo haya sido reducida, prácticamente, a simples fiestas y rumba, dejando de lado la esencia cultural, patrimonial y académica que debe imperar en un evento de esta magnitud.

Es aún más grave ver cómo personas que ostentan el título de «cancilleres» del Bicentenario, como lo son los señores Fabián López y «Pimbi», han pasado desapercibidos, sin ejecutar acciones visibles, propuestas culturales concretas o aportes reales más allá de expectativas vacías y promesas sin cumplir. ¿Dónde están los resultados?, ¿dónde está el legado?, ¿qué han hecho con los recursos que esperaban gestionar?

Como si fuera poco, es profundamente preocupante que nuevamente se le entregue la logística y el manejo de los recursos del Bicentenario a la empresa CODERESA, cuya dirección está en manos de Lina, Felipe Tembleque —los autodenominados “misericordiosos»— y la tristemente célebre Montoyita. Los mismos personajes que el año pasado protagonizaron el desfalco del deporte salamineño, hoy regresan como si nada, a administrar la memoria y el honor de nuestro pueblo. ¿No aprendimos nada?

Señor Alcalde, el pueblo observa. La historia también. No permita que el Bicentenario se convierta en otro episodio más de desilusión ciudadana y despojo institucional.

Exigimos transparencia, inclusión real de la comunidad, y un enfoque cultural que exalte verdaderamente la riqueza de Salamina.”

P.D.:

Señor Alcalde, no diga después que no le avisamos. Aquí no estamos pidiendo milagros ni shows de luces; pedimos respeto por la historia, por la cultura y por la gente que aún cree que Salamina merece más que una parranda mal montada. Y a los «cancilleres» y «misericordiosos» que siguen creyendo que el pueblo tiene memoria de gallina… ¡ojalá no se les olvide que el Bicentenario pasa, pero el ridículo queda!

Y como decía la abuela en la plaza: “el que nada debe, nada teme… pero el que mucho goza con plata ajena, que vaya ensayando el discurso pa’ rendir cuentas”.

¡Nos vemos en la Cigarra!.

— Timoteo

3.- ¿Y la transmisión pa’ cuándo?

Ay, Dios mío bendito… No hay derecho. Que en pleno Bicentenario de Salamina, con toda esa alharaca de cultura, historia y memoria, los eventos estén pasando como si fueran reuniones secretas de logia mazónica. Y lo peor: con una oficina de prensa que parece más de adorno que de acción. ¿Cómo es posible que no transmitan ni un mísero Facebook Live pa’ que el pueblo vea? ¿Acaso no les pagamos entre todos, con nuestros impuestos y nuestra paciencia, para que informen? ¿O es que el trabajo del “equipo de comunicaciones” es solo posar para las fotos y mandarse autosaludos?

Y eso que tienen a Wilman, ese fotógrafo tan bueno que saca hasta a los más feítos como si fueran de portada. Pero ni con eso se asoman a las redes. ¿Entonces pa’ qué están? ¿Pa’ hacerle imagen al alcalde o pa’ servirle a la comunidad?

Porque les recuerdo —por si se les olvidó en medio del brindis— que el Bicentenario no es solo para los mismos de siempre, los de la rosca, los que se pegan al tarro como abejas al trapiche. ¡No, señor! El Bicentenario también es para el niguatero, el tendero, la abuelita que no puede bajar al parque, y para los salamineños de la diáspora que lloran viendo fotos viejas desde Bogotá, Nueva York o Marsella.

¿Y la inclusión digital? ¿Y la “modernización de las comunicaciones”? ¿Y la tan cacareada transparencia? Se quedaron en el discurso, porque en la práctica, ni luces, ni cámaras, ni transmisión.

¡Despierten, señores de la administración! Que el pueblo ya no se traga cuentos sin conexión ni pantallazo. Y si no van a transmitir, por lo menos no nos pidan aplausos, que sin ver no se puede aplaudir.

¡Soplen las velas, pero no apaguen las cámaras!

Por Timoteo, el que todo lo ve y nada se calla

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