Adiós a Marco y Otoniel: Amigos Inolvidables de Salamina

Salamina despide con profundo dolor a dos hombres ejemplares: Marco Velázquez, futbolista y apasionado por los caballos, y Otoniel Vanegas, ebanista y líder social. Esta nota es un homenaje a su legado y un mensaje de apoyo a sus familias.
Dos vidas que dejaron huella: Adiós a Marco Velázquez y Otoniel Vanegas

En la vida hay despedidas que desgarran, que conmueven el alma no solo por la ausencia que dejan, sino por la grandeza de quienes parten. Hoy Salamina está de luto. Dos de sus hijos más queridos, Marco Velázquez y Otoniel Vanegas, emprendieron el viaje final, ese que nos recuerda cuán efímero es todo, y al mismo tiempo, cuán inmenso puede ser el legado que una persona deja entre nosotros.

Desde la redacción de La Revista, queremos rendir un homenaje sentido y sincero a estos dos hombres admirables. Sus vidas, aunque diferentes en vocación, se unieron en un mismo propósito: vivir con integridad, dar sin esperar, y sembrar bondad allí donde pusieron sus pasos. Sus historias nos conmueven profundamente, y sus memorias quedarán por siempre inscritas en el corazón de quienes tuvimos el privilegio de conocerlos y compartir con ellos.

Marco Velázquez: el ídolo de mi juventud y el amigo del pueblo

Hablar de Marco es hablar de nobleza, de talento, de cariño popular. Desde muy joven fue una figura admirada. Brilló en las canchas de fútbol con una entrega apasionada y un estilo que inspiró a muchos. Era imposible no admirarlo. Para quienes crecimos viéndolo jugar, fue un referente, un símbolo de constancia y de esfuerzo, un ídolo sin pretensiones.

Pero Marco no se quedó en los laureles de su juventud. Ya adulto, encontró una nueva pasión en el mundo de los caballos. Allí también brilló. Con el mismo amor y respeto con que trataba a sus semejantes, se entregó al cuidado de los animales, ganándose nuevamente la admiración de quienes lo rodeaban. Era querido por todos. Tenía esa calidez sencilla, esa sonrisa que acogía, ese consejo oportuno, esa palabra justa.

Más allá del hombre público, Marco fue un padre ejemplar. Sus hijos, Mauricio y Lorena, son el reflejo de sus valores. Profesionales íntegros, comprometidos con el servicio al Estado colombiano, son prueba viva del carácter, la ética y el amor que Marco les inculcó. A ellos, y a toda su familia, les extendemos un abrazo solidario y fraterno. Que el orgullo de haber tenido un padre así sea bálsamo en este momento de dolor.

Otoniel Vanegas: el luchador incansable, el amigo del alma

Otoniel fue más que un amigo. Fue un hermano de lucha, un compañero de ideales, un ser humano inquebrantable. Con él compartimos momentos que marcaron nuestras vidas, como aquella jornada histórica en la que, siendo apenas unos jóvenes estudiantes, levantamos la voz y protagonizamos el primer paro estudiantil en Salamina. De esa lucha nació un sueño: la construcción de una nueva sede para el Instituto Nacional Salamina. Hoy, ese edificio es hogar del Colegio de la Presentación. Es un monumento silencioso a la osadía, al valor y a la esperanza de aquellos días. Otoniel fue clave en ese logro.

Luego, la vida lo llevó a España, donde perfeccionó su oficio como ebanista. Siempre fue un artista de la madera, un hombre de manos sabias, de mirada noble, de espíritu generoso. A su regreso a Salamina, lejos de descansar, se dedicó a lo que más amaba: servir a su gente. Nunca dejó de estar presente en las causas nobles: organizando campañas para el ancianato, gestionando ayudas, poniendo su hombro y su corazón donde más se necesitaba.

En los últimos días estaba entregado con alma y vida a la construcción de una casa digna para Suso, un hombre humilde que, gracias al esfuerzo colectivo y a la terquedad bondadosa de Otoniel, está cerca de tener un techo propio. Fue en medio de esa entrega que lo sorprendió el malestar que horas después se lo llevaría. Se fue como vivió: trabajando por los demás.

A su familia, a sus compañeros de lucha, a sus amigos de siempre, les hacemos llegar nuestro más sincero pésame. Otoniel no se fue. Su ejemplo vive, su voz nos sigue alentando, su memoria es una bandera que no dejaremos caer.

Perder a un amigo es perder una parte de uno mismo. Es como si se apagara una lámpara que iluminaba nuestros recuerdos, nuestras historias compartidas, nuestros sueños de juventud. La muerte, siempre desconcertante, nos invita una vez más a detenernos, a valorar lo esencial, a abrazar más fuerte, a decir «te quiero» sin demora.

Marco y Otoniel, aunque diferentes en sus trayectorias, compartían algo profundo: el amor por su tierra, el compromiso con los demás, la generosidad como norma de vida. Hoy que ya no están entre nosotros, sentimos ese vacío que solo dejan las personas buenas. Pero también sentimos gratitud. Por haberlos conocido. Por haberlos tenido entre nosotros. Por las risas, las conversaciones, los consejos, los silencios compartidos.

En cada rincón de Salamina donde jugaron, trabajaron, soñaron o lucharon, su presencia se hace eterna. En el corazón de sus familias, de sus amigos y de quienes fuimos tocados por su humanidad, su luz no se apaga.

Desde el equipo editorial de La Revista queremos expresar a las familias de Marco Aurelio Velázquez y de Otoniel Vanegas nuestra más sentida voz de condolencia. No hay palabras que puedan aliviar del todo el dolor de una pérdida. Pero sí podemos ofrecer compañía, memoria y cariño.

A Mauricio y Lorena, les decimos que el respeto que su padre sembró en esta tierra vive en ustedes. Que el legado de Marco está presente en cada paso que ustedes dan con firmeza, dignidad y compromiso.

A los seres queridos de Otoniel, les reiteramos nuestra admiración por ese hombre que jamás se cansó de ayudar, de levantar, de dar. Que su recuerdo sea luz en los días grises y fuerza en los momentos de duda.

Ambas familias pueden contar con nosotros, no solo como medio de comunicación, sino como seres humanos que reconocen el valor de sus seres amados.

La vida continúa, aunque cueste. Y tal vez el mejor homenaje que podemos hacerles a Marco y a Otoniel es seguir su ejemplo: vivir con pasión, trabajar con honestidad, servir sin egoísmo, soñar sin miedo.

Que su partida nos impulse a ser mejores personas, a cuidar a nuestros amigos mientras están, a comprometernos con nuestras comunidades, a dejar huellas de amor, como ellos lo hicieron.

Salamina hoy llora, pero también se enorgullece. Porque hombres como Marco Velázquez y Otoniel Vanegas engrandecen su historia. Y porque mientras haya quien los recuerde, seguirán vivos.

¡Hasta siempre, Marco! ¡Hasta siempre, Otoniel!

Gracias por habernos mostrado el valor de la vida buena y el poder transformador de la amistad y el compromiso social. Que la tierra les sea leve y que la memoria los abrace por siempre.

3 respuestas

  1. Eran dos personas que hicieron mucho por nuestro pueblo. La humildad y la forma de servir eran los grandes dones que ellos tenían.

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