
Salamina, la histórica «Ciudad Luz» del norte de Caldas, cumple en 2025 dos siglos de vida institucional. Este Bicentenario, más allá de una efeméride, representa una oportunidad única para que los salamineños honren su legado, fortalezcan su identidad y proyecten con visión crítica y colectiva el futuro que anhelan. Sin embargo, la programación de esta magna celebración, sus avances, aciertos y falencias, abren espacio para un análisis juicioso, sincero y a la vez profundamente emotivo.
La agenda del Bicentenario se extiende a lo largo del año e incluye actividades que buscan abarcar distintos sectores de la sociedad: desfiles históricos, ferias, conciertos, festivales, encuentros deportivos y exposiciones. Propuestas como el «Desfile del Retorno de la Colonización» o el «Festival Municipal de la Canción» se destacan por su esfuerzo en conectar pasado y presente, exaltando tanto el patrimonio material como las expresiones vivas de la cultura salamineña.
También se contemplan espacios para la niñez y la juventud, como concursos escolares, jornadas académicas y certámenes artísticos. En ese sentido, se percibe una voluntad de inclusión y de participación ciudadana, con especial énfasis en el rescate de tradiciones, el sentido de pertenencia y el fomento del arte local. La programación, aunque heterogénea y con enfoques diversos, busca celebrar no solo una fecha, sino el espíritu colectivo de un pueblo.
El Gobierno de Caldas ha destinado más de 20 mil millones de pesos a obras y programas en el marco del Bicentenario. Entre estas se destacan la pavimentación de la vía Salamina-La Merced, la dotación del Centro de Desarrollo Infantil, intervenciones en espacios deportivos y la restauración del emblemático Teatro Municipal. Esta última, en particular, simboliza uno de los anhelos más sentidos de la ciudadanía, al tratarse de un espacio cargado de historia y arte, que necesita urgentemente ser revitalizado.
No obstante, aunque estas inversiones son significativas, su ejecución ha sido desigual y en algunos casos lenta. Las obras avanzan, pero sin una comunicación efectiva ni estrategias claras de seguimiento y apropiación ciudadana. La restauración del Teatro, por ejemplo, ha estado marcada por incertidumbres administrativas, presupuestales y técnicas. El riesgo de que se quede en promesas es real, si no se refuerza la gestión y la veeduría.
Uno de los puntos de tensión más sentidos por algunos sectores ha sido la falta de apertura hacia iniciativas culturales surgidas desde la sociedad civil. Un ejemplo emblemático es el proyecto “Salamina 200 Años”, una propuesta para recopilar, digitalizar y divulgar la memoria histórica de la ciudad desde múltiples voces, que fue presentado por creadores independientes y que no fue acogido por la administración local.
Este tipo de exclusiones debilitan el tejido comunitario y afectan el sentido profundo del Bicentenario, que debería ser un acto colectivo y plural, más allá de las gestiones gubernamentales. El riesgo es que la celebración termine siendo una serie de eventos desarticulados y poco representativos de la diversidad salamineña. La historia de Salamina no se construyó desde el poder central, sino desde sus calles, escuelas, cafetales, iglesias, fondas, y sobre todo, desde la resistencia cotidiana de su gente.
Pese a las limitaciones, múltiples actores comunitarios han decidido no quedarse al margen y sumar desde sus capacidades. Intelectuales, gestores culturales, colonias de salamineños residentes en otras ciudades, músicos, docentes, cronistas y organizaciones sociales han aportado reflexiones, propuestas, investigaciones y campañas que fortalecen el espíritu del Bicentenario.
La iniciativa de reconstruir la casa de “Suso”, personaje entrañable del pueblo, es ejemplo vivo de esta ciudadanía activa. Promovida por Cristian Sánchez y con el liderazgo solidario del coronel retirado Néstor Jaime Naranjo y la Asociación de Veteranos, esta obra no solo busca brindar un hogar digno, sino también simboliza el espíritu de gratitud, memoria viva y justicia social que debe impregnar esta conmemoración.
Además, campañas como la venta de banderas de Salamina para recaudar fondos, la donación de materiales por parte de empresas locales y la colaboración silenciosa de parroquias, instituciones y particulares, muestran que la sociedad salamineña responde con el alma cuando se siente convocada desde el corazón.
La gran pregunta que se abre, más allá de los actos conmemorativos, es: ¿Qué quedará después? Un Bicentenario no puede ser solo fuegos artificiales y selfies. Debería dejar capacidades instaladas, redes de trabajo, infraestructura útil, publicaciones, archivos accesibles, políticas públicas culturales robustecidas, y sobre todo, un renovado pacto ciudadano sobre el modelo de desarrollo que Salamina quiere.
Es imperioso que los recursos invertidos no solo se materialicen en obras físicas, sino que fortalezcan procesos sociales y educativos. La historia de Salamina debe enseñarse en sus colegios; su patrimonio inmaterial debe cuidarse desde las familias; su talento juvenil debe cultivarse con estímulo, no con discursos.
Asimismo, debe asegurarse que el legado del Bicentenario no quede en manos de pocos. La gobernanza cultural requiere participación real, escucha activa, respeto por la crítica y mecanismos abiertos de toma de decisiones. De lo contrario, las celebraciones se vacían de sentido.
A pesar de las falencias, es imposible ignorar la fuerza emotiva que despierta este aniversario. Caminar por las calles, ver la neblina abrazar los tejados, escuchar un bambuco en la plaza, sentir el orgullo del origen, todo eso sigue latiendo en el corazón salamineño, dentro y fuera del territorio. Por eso, la fecha es también un llamado a las colonias salamineñas en Bogotá, Medellín, Manizales, Cali, Nueva York o Madrid, para que se sumen a esta gesta con ideas, recursos, gestos y recuerdos.
Este Bicentenario puede y debe ser más que una fiesta: puede ser una afirmación profunda de lo que somos y lo que queremos ser. En palabras sencillas: que Salamina siga siendo un faro de luz, pero con raíces firmes y alas colectivas. Que celebremos con orgullo, pero también con compromiso. Que el homenaje a nuestros mayores se transforme en acciones para nuestros hijos. Que la memoria no se archive, sino que se viva.
Porque doscientos años no se cumplen todos los días. Y cuando un pueblo se mira con honestidad y se abraza con ternura, entonces sí vale la pena hacer fiesta.
El año 2025 marca un hito trascendental en la vida institucional y simbólica del municipio de Salamina, Caldas, con la celebración de sus 200 años de fundación. Enmarcada en un profundo espíritu de identidad, memoria y proyección, la conmemoración del Bicentenario se desarrollará con una amplia y diversa programación que tendrá lugar en la primera semana de junio, con actos principales el día 8, fecha de fundación del municipio en 1825.
La programación oficial propone una celebración integral que articula lo histórico, lo artístico, lo cívico, lo religioso, lo académico y lo comunitario. Salamina se prepara para vivir, con solemnidad y alegría, un momento único que convoca tanto a sus habitantes como a quienes desde otros lugares reconocen a esta tierra como uno de los epicentros culturales y patrimoniales del país.
La programación del Bicentenario de Salamina, consignada en las piezas gráficas institucionales, revela un esfuerzo por construir una conmemoración a la altura de lo que representa este municipio para Caldas, Colombia y América Latina. Declarado Patrimonio Histórico de la Nación y perteneciente a la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia, Salamina no solo festeja su existencia, sino que reafirma su papel en el imaginario nacional.
El Bicentenario continúa…
El punto culminante de esta celebración tendrá lugar el 8 de junio, cuando se realicen los actos centrales del Bicentenario en la Plaza Principal, en medio de rituales cívicos, artísticos y religiosos que congregarán a toda la comunidad. Será un día para recordar, agradecer y reafirmar el orgullo de ser salamineños.
Pero la conmemoración no termina ahí.
El espíritu del Bicentenario se extenderá durante los meses siguientes, con una programación complementaria que seguirá dando vida a este año tan especial. Entre los eventos más destacados se encuentran:
• La Exposición Equina Grado B, que exalta la tradición ganadera y equina del municipio.
• Las esperadas Fiestas del Retorno en San Félix, que reúnen a los sanfeleños que han migrado y regresan a su tierra con orgullo.
• El tradicional Pregón de la Noche del Fuego, acto que abre el calendario navideño con una carga simbólica y cultural única.
• La mística y colorida Noche del Fuego, donde la luz, la pólvora, las comparsas y la creatividad popular iluminan la ciudad.
• Y la entrañable Tarde de María la Parda, espacio comunitario donde la sátira, la memoria oral y el humor rural hacen presencia viva.
Así, Salamina vivirá su Bicentenario no como una efeméride aislada, sino como un proceso de conmemoración, participación y proyección continua, donde cada evento refuerza el sentido de identidad y pertenencia.
Dos siglos después de su fundación, Salamina no solo mira con gratitud al pasado, sino que camina con determinación hacia el futuro, bajo la bandera de la cultura, la memoria y el compromiso colectivo.