
En el corazón de las montañas caldenses, donde las nubes se mezclan con los tejados de barro y los balcones coloniales custodian historias centenarias, Salamina volvió a vivir uno de sus rituales más queridos: el Trueque del Libro. Este año, en su edición número veintidós, la celebración no fue solo un intercambio de objetos, sino una verdadera danza de palabras, afectos y memorias tejidas a través de páginas usadas, marcadas por el tiempo y los sueños.
El libro viajero: 22º Trueque del Libro en Salamina
Desde hace 22 años, Salamina, en el corazón del Paisaje Cultural Cafetero Colombiano, celebra un evento que combina el amor por la lectura, la generosidad comunitaria y el espíritu viajero de los libros: el Trueque del Libro. Sin embargo, no se trata simplemente de un intercambio convencional de ejemplares. Este evento tiene una filosofía particular que lo distingue: los libros que circulan en esta jornada son libros viajeros. Su destino no es una repisa, sino el mundo.
La idea es simple pero poderosa: quien recibe un libro en el trueque lo lee y luego lo deja en un lugar público —una cafetería, un bus, un taxi, un parque— para que otra persona pueda descubrirlo. En su interior, el lector firma, deja una nota y consigna que ese libro viene de Salamina, Caldas. De esta manera, el libro se convierte en un puente entre desconocidos, un hilo narrativo que une lectores y ciudades a lo largo del tiempo.
Este año, el parque principal de Salamina volvió a ser el epicentro de este intercambio gratuito. La comunidad podía llevar cualquier libro, en cualquier cantidad, o simplemente acercarse a recibir uno, sin costo alguno. Muchos también aprovecharon para donar ejemplares con el propósito de que más personas, especialmente niños y jóvenes, puedan tener acceso a la lectura.
El evento estuvo impulsado por un tejido de voluntades que incluyó a la Casa de la Cultura y los patrocinadores Asonigua, NiguaTour y Raíces Tour. Gracias a ellos, el Trueque del Libro no solo tuvo una gran acogida, sino que fue posible su organización logística, la distribución de libros y la adecuación de espacios de lectura y actividades artísticas.
Una de las escenas más entrañables de la jornada fue ver a niños sentados sobre tapetes, con libros en la mano y una expresión de asombro en el rostro, viendo esto nos imaginamos el futuro de este proyecto:” voluntarios les leen cuentos o les ayudaban a los niños a hojear las páginas. Se instalarán mesas temáticas con libros de poesía, historia, literatura infantil y ciencia. También habran lecturas colectivas y narraciones en voz alta, donde autores locales compartirán fragmentos de sus obras, y otros simplemente leerán los textos que más los han marcado”.

Además, este año se integró un componente artístico infantil muy significativo. Niños participaron en actividades de pintura y dibujo, mostrando sus habilidades y creatividad. A través del arte, también se vinculó el amor por la lectura con la expresión plástica, reforzando la idea de que el arte no tiene una sola forma, y que leer, pintar y jugar son caminos igualmente válidos para el desarrollo integral.
En palabras de uno de los organizadores, “no es solo llevarse un libro, es invitar a que ese libro siga viajando, siga encontrando nuevos ojos que lo lean, nuevas manos que lo compartan”. Así, en cada firma escrita en una página interior, en cada mensaje que indica el origen salamineño del libro, se sembró una semilla de memoria y pertenencia.
El Trueque del Libro es, además, un acto de sostenibilidad cultural y ambiental. En tiempos donde lo desechable predomina, este evento apuesta por revivir, reusar y resignificar los objetos culturales, prolongando su vida útil y dándole nuevas lecturas, literalmente, a lo ya leído.

Juegos Tradicionales: El regreso lúdico a la infancia colectiva
Mientras los libros viajaban de mano en mano, a pocos metros del parque central, la alegría también se expresaba en movimiento. El Sexto Encuentro de Juegos Tradicionales se desplegó como un caleidoscopio de colores, gritos, carcajadas y competencia amistosa, evocando la infancia de generaciones que crecieron jugando en la calle, con pocos objetos pero mucha imaginación.
Niños, jóvenes, padres, abuelos y personajes vivos de la ciudad se reunieron en torno a actividades como la semana, el dado, el parqués, la golosa, la bombona, el trompo y el hula hula. Cada juego era una cápsula del tiempo que traía de regreso los días sin pantallas, los recreos eternos y las tardes compartidas en los barrios del pueblo.
El encuentro fue diseñado como una experiencia intergeneracional. Mientras los más pequeños aprendían a girar el trompo o a sortear obstáculos en la rayuela, los adultos rememoraban sus propias infancias. Más que una competencia, lo que se vivió fue una gran fiesta de la memoria corporal, una reivindicación de la alegría como derecho cultural y social.
La logística del evento fue posible gracias al trabajo articulado entre la Casa de la Cultura, y los patrocinadores que también respaldaron el Trueque del Libro. Con materiales sencillos, señalización clara y mucha creatividad, se habilitaron espacios seguros para el desarrollo de cada juego. Se organizaron equipos, se sortearon turnos y se entregaron pequeños premios simbólicos —como medallas artesanales y diplomas— para incentivar la participación.
Nuevamente viajemos en el tiempo y narremos lo que se verá en los próximos años. “…Uno de los momentos más emocionantes fue la competencia de la cuerda, donde dos equipos se midieron en fuerza, estrategia y coordinación, mientras los espectadores aplaudían y reían con entusiasmo. En otra zona, los juegos de mesa reunían a familias completas en partidas reñidas de parqués, y en otra, los saltos con hula hula hacían que la plaza se llenara de música y energía…”
“Lo más significativo fue ver cómo niños y niñas no solo jugaban, sino que preguntaban por las reglas, las historias detrás de cada juego, y aprendían de la mano de sus abuelos y padres. Esta transmisión oral y gestual reafirma el papel de los juegos tradicionales como patrimonio inmaterial de la nación, una herencia que se mantiene viva gracias a estos encuentros”.
Además, durante la jornada se resaltó que los juegos no son un fin en sí mismos, sino una oportunidad para fortalecer vínculos familiares, fomentar la actividad física, y construir comunidad. Lejos de las dinámicas competitivas modernas, este encuentro reivindicó el juego como un acto de cooperación, creatividad y alegría compartida.
El evento también incorporó la dimensión artística: varios niños, luego de participar en los juegos, se acercaron a las estaciones de dibujo y pintura, donde plasmaron con colores sus experiencias. Esta integración de arte, lectura y juego muestra un enfoque integral en la formación cultural de la infancia.
Un día para sembrar comunidad
La celebración conjunta del Trueque del Libro y el Encuentro de Juegos Tradicionales en Salamina es mucho más que una fecha en el calendario. Es una muestra clara de cómo la cultura, la lectura, el arte y la tradición pueden converger para fortalecer el tejido social. Es, también, una forma de sembrar comunidad, afecto y memoria.
Gracias al compromiso de los patrocinadores Asonigua, Niguatour y Raíces Tour, así como el respaldo institucional de la Casa de la Cultura y la Alcaldía, fue posible realizar esta jornada que quedará en el recuerdo de muchos. Más que una actividad, fue una experiencia transformadora.
Porque al final, un libro que viaja, un trompo que gira y un niño que pinta son señales de que un pueblo sigue vivo, creativo y profundamente humano.
