Francisco, el Papa del encuentro y la fraternidad universal, su herencia

El Papa Francisco deja un legado humanista con fuerte impacto social, especialmente a través de sus encíclicas Laudato Si y Fratelli Tutti. En ellas propuso una cultura del encuentro, la dignidad humana sin fronteras y el rechazo a toda forma de exclusión.

El mundo católico acaba de dar su adiós al Papa Francisco, pontífice de origen argentino, quien en ejercicio de su magisterio promulgó cuatro encíclicas: Lumen Fidei, año 2013; Laudato Si, año 2015; Fratelli Tutti, año 2020; Dilexit Nos, año 2024.

De estas, dos han cobrado relevancia desde el punto de vista social, al punto que la segunda; Laudato Si, será impresa para distribución en los establecimientos educativos del país por orden de la Presidencia de la República. En este orden, se resalta el contenido de la tercera encíclica, inspirada en la vida de varias personalidades del mundo y cuyo título es más que ilustrativo: “Todos hermanos”, y hace alusión directa a la fraternidad universal. La herencia de Jorge Mario Bergoglio queda a merced de creyentes y no creyentes, con un mensaje inspirador para recomponer el tránsito por el planeta.

Se recurre a las frases finales de la encíclica, como introducción de este resumen y con citas textuales, para conocimiento e ilustración general. Los números, corresponden al orden como los tiene el documento fuente y se advierte que éste no es un análisis ni filosófico, ni dialéctico, ni cualitativo, ni mucho menos teológico, es la transcripción de algunos apartes con fines informativos.

Dice el texto:

286. En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más. Pero quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos. Se trata del beato Carlos de Foucauld. (Misionero del desierto, beatificado por Francisco en 2022).

A los jóvenes deja esta reflexión.

13. Por eso mismo se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos. En esta línea se situaba un consejo que di a los jóvenes: «Si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen —o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido».

En el contenido del texto se reitera la necesidad de acoger con generosidad al prójimo y es repetitivo en alertar sobre la discriminación. Esta cita, por ejemplo, tiene como destinatarias a las mujeres.

23. De modo semejante, la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que «doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos»

Con relación a la vida después de la pandemia del COVID 19.

35. Pero olvidamos rápidamente las lecciones de la historia, «maestra de vida» Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”. Ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender. Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado.

Una preocupación que mantuvo latente el Papa Francisco fue la situación de los migrantes, siendo su familia una de ellas, desde Italia hasta Argentina.

39. Para colmo «en algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma». Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Por lo tanto, deben ser «protagonistas de su propio rescate». Nunca se dirá que no son humanos, pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno.

A las personas en situación de discapacidad dedicó también un aparte.

98. Quiero recordar a esos “exiliados ocultos” que son tratados como cuerpos extraños en la sociedad. Muchas personas con discapacidad «sienten que existen sin pertenecer y sin participar». Hay todavía mucho «que les impide tener una ciudadanía plena». El objetivo no es sólo cuidarlos, sino «que participen activamente en la comunidad civil y eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la formación de conciencias capaces de reconocer a cada individuo como una persona única e irrepetible». Igualmente pienso en «los ancianos, que, también por su discapacidad, a veces se sienten como una carga». Sin embargo, todos pueden dar «una contribución singular al bien común a través de su biografía original». Me permito insistir: «Tengan el valor de dar voz a quienes son discriminados por su discapacidad, porque desgraciadamente en algunas naciones, todavía hoy, se duda en reconocerlos como personas de igual dignidad».

Propugna porque prevalezcan en favor del ser humano la libertad, la igualdad y la fraternidad, iguales principios de la revolución francesa, en 1789.

107. Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene, aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser.

Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad.

Lo anterior, más su preocupación constante por la dignidad humana.

121. Entonces nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades. Los límites y las fronteras de los Estados no pueden impedir que esto se cumpla. Así como es inaceptable que alguien tenga menos derechos por ser mujer, es igualmente inaceptable que el lugar de nacimiento o de residencia ya de por sí determine menores posibilidades de vida digna y de desarrollo.

En el capítulo quinto hace mención directa a lo que denomina como una “Mejor Política” y cuestiona, por no decir que censura, el populismo como una forma de obtener fines perversos, a través de la demagogia.

Pertinente para la realidad histórica que vivimos y como ayuda para zanjar inquietudes en lo local, es esta cita en el subcapítulo “El encuentro hecho cultura”:

216. La palabra “cultura” indica algo que ha penetrado en el pueblo, en sus convicciones más entrañables y en su estilo de vida. Si hablamos de una “cultura” en el pueblo, eso es más que una idea o una abstracción. Incluye las ganas, el entusiasmo y finalmente una forma de vivir que caracteriza a ese conjunto humano. Entonces, hablar de “cultura del encuentro” significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos.

Este documento es un sentido manifiesto en contra de la exclusión social, la discriminación, el racismo y valora el diálogo como fuente de fraternidad entre los seres humanos, con la paz universal como su mayor objetivo.

La conclusión, después de leer el contenido de la encíclica “Fratelli Tutti”, es que la convivencia pacífica si es posible.

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