César y Cata: Un diálogo generacional que llevó la esencia colombiana a Alemania.

El dueto Cesar y Cata presentó en Nuremberg su álbum Los colores de mi ancestro, fusionando ritmos andinos y caribeños con músicos internacionales. Un homenaje a las raíces y al legado de César Mejía, ícono musical colombiano.

Por Eleuterio Gómez Valencia

El Auditorio Villa León de Núremberg tuvo lleno total y vibró el pasado sábado con los acordes de la música colombiana. Bajo las luces del escenario, el dueto César y Cata —padre e hija— ofreció un concierto íntimo y emotivo, presentando «Los colores de mi ancestro», álbum de Catalina Mejía. Acompañados por músicos de Alemania, Brasil, Argentina y Colombia, la velada fue un viaje sonoro desde los Andes hasta el Caribe, celebrando la herencia cultural de un país diverso.

Catalina Mejía: La cantautora que teje puentes entre continentes, nació en Pereira- Risaralda- y está radicada en Alemania. Ella representa la diáspora artística que fusiona identidades. Su último álbum, lanzado en 2024, es un mosaico de ritmos tradicionales y letras personales. “Los colores de mi ancestro nace de la necesidad de honrar mis raíces y, al mismo tiempo, contar mi propia historia desde la distancia”, explica la artista. Con arreglos que mezclan guitarras, tiples, tambores cumbieros y matices jazzísticos, el disco ha sido elogiado por críticos en Europa y América Latina.

Detrás de Catalina está la figura monumental de su padre, César Augusto Mejía Anicharico, miembro fundador del Dueto Mejía y Valencia —referente de la música colombiana desde los años 80—. César ha compuesto alrededor de 100 obras. Su trayectoria incluye premios como el del Festival Mono Núñez y la distinción del Ministerio de Cultura de Colombia por su Obra del Bicentenario. “Mi padre me enseñó que la música no es solo arte, sino memoria”, afirma Catalina.

El concierto además de los temas del álbum, incluye desde bambucos como Mi casta (Luis Carlos González y José Macías) —un guiño al paisaje cafetero— hasta cumbias como El pescador (José Barros), que evoca las costas del caribe. Destaca «A mi Colombia» (de Marco Rayo), donde Catalina entrelaza versos sobre la añoranza y la pertenencia. Las armonías vocales del dueto, pulidas por años de complicidad, se enriquecieron con flauta y bajo eléctrico de alemanes, percusión de argentinos, mandolina y guitarra de brasileños y tiple y guitarra de colombianos.

El repertorio, de dos horas, alternó canciones del álbum con piezas clásicas de compositores como José Barros (La piragua) y Gustavo Gutiérrez (Sin medir distancias). En «La cucharita» (de Jorge Velosa), el público alemán bailó al ritmo de la carranga, mientras que en Mi sueño (bambuco de Luis Enrique Aragón Farkas), se escucharon suspiros. La voz grave y cálida de César Augusto, unida a la de Catalina, con gran afinación y dominio de su registro agudo, se entrelazó con el vals Pueblito viejo (de José A. Morales) y con Canta tiple (de Héctor Ochoa), entre otros.

En otras obras que interpretaron no se olvidaron de mencionar a grandes e influyentes figuras como Clemente Díaz (en cuyo nombre se entregará por primera vez la distinción al mejor guitarrista del próximo «Festival Mono Núñez»), y a Enrique Aragón, quien será homenajeado en el próximo Concurso Nacional de Duetos «Príncipes de la Canción», a celebrarse en Ibagué.

La fusión de culturas fue clave. El baterista añadió cadencia a la cumbia, mientras se escuchaban diálogos entre flauta y tiple, bajo y mandolina, o entre todos al mismo tiempo. “Es mágico ver cómo músicos de cuatro países abrazan nuestra tradición”, comentó Catalina. El proyecto refleja su filosofía: “La música no tiene fronteras, pero sí raíces”.

El concierto no solo promocionó un álbum, sino que revitalizó el diálogo intergeneracional. Entre el público, colombianos emigrados se emocionaron al escuchar canciones de su infancia, mientras alemanes descubrieron la riqueza de un país lejano. “Este es el poder de la música: convertir la nostalgia en conexión”, resumió César al finalizar la noche.

Tras el éxito en Alemania, César y Cata planean giras en otros países de Europa. Mientras tanto, «Los colores de mi ancestro» sigue sonando, recordando que, en un mundo globalizado, la identidad se construye recordando de dónde venimos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *