La colonización antioqueña del siglo XVIII fue un proceso histórico de gran importancia en la región del Eje Cafetero, Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío, Norte del Valle y Norte del Tolima en Colombia. Durante este período, los colonizadores antioqueños se establecieron en diversas zonas de los departamentos mencionados siendo Salamina el centro para expandir su territorio y desarrollar actividades agrícolas y comerciales, de allí viene su nombre de “Madre de Pueblos” pues de allí partieron los fundadores de muchos de los pueblos y ciudades del Eje cafetero.

Una de las características más destacadas de esta colonización fue la construcción de casas como símbolos de estatus y prosperidad. Las casas paisas del siglo XVIII eran de estilo colonial, influenciadas por la arquitectura española pero adaptadas a las condiciones climáticas y culturales de la región.

Estas casas eran construidas con materiales locales como madera, adobe y teja de barro. Tenían una disposición rectangular y se distribuían en torno a un patio central, que servía como punto de entrada y espacio de reunión familiar. Solía estar decorado con elementos ornamentales como pilares tallados, balcones de hierro forjado y azulejos pintados a mano. Tenían un pasillo desde la puerta hasta el Patio llamado “El zaguán”

En cuanto a su distribución interna, las casas representativas de esta cultura solían tener dos plantas. En la planta baja se encontraban los espacios comunes como la sala de estar, el comedor y la cocina. En la planta alta se ubicaban las habitaciones privadas, generalmente con balcones desde donde se podía disfrutar de las vistas panorámicas de la región.

Otra característica distintiva de estas casas era la presencia de amplios corredores o pasillos que permitían una mejor circulación del aire y la entrada de luz natural. Además, las fachadas de las casas antioqueñas estaban decoradas con detalles arquitectónicos como molduras, repisas y portones de madera tallada.

Estas casas también reflejaban la organización social de la época. Por ejemplo, las casas más grandes y lujosas pertenecían a las familias más prominentes de la región, mientras que las casas más modestas eran habitadas por los campesinos y trabajadores.

En conclusión, las casas antioqueñas del siglo XVIII en la colonización antioqueña fueron estructuras arquitectónicas representativas de la época. Reflejaban el sentido de identidad y estatus de las familias colonizadoras y se adaptaban a las condiciones climáticas y culturales de la región. Hoy en día, estas casas se consideran patrimonio cultural y forman parte del atractivo turístico de la zona.